Con una docena de poemarios publicados, la mayoría traducidos al español en la editorial Pre-Textos, Glück es la primera poetisa que gana el Nobel desde que en 1996 lo hiciera la polaca Wislawa Szymborska. Pero a ella eso de los premios no debe resultarse nuevo pues atesora, entre otro buen número, el Pulitzer de Poesía de 1993 por El Iris Salvaje; el Nacional de la Crítica por La victoria de Aquiles; el de la Academia Americana de Poetas por El Primogénito y la Medalla Nacional de Humanidades.
Miembro de la Academia Americana de las Artes y las Letras, es en la actualidad docente del Departamento de Inglés de la Universidad de Yale y ha sido profesora invitada en la Universidad de Santander. Sobre su obra, sin duda una de las más destacadas de la lírica contemporánea estadounidense, gravita la descripción y avatares de la vida familiar, con una mirada muy poética, en ocasiones nada condescendiente, sobre las relaciones paternofiliales.
Deudora, según propia confesión, de gigantes como Eliot y Keats, Glück se siente especialmente afín a Emily Dickinson. Entre sus libros traducidos a nuestra lengua están Averno, El iris salvaje, Las siete edades, Praderas, Una vida de pueblo, Vita nova o Ararat, que se abre con una cita de Platón: “…la naturaleza humana era en su origen una y nosotros un todo, y el deseo y la búsqueda del todo es lo que se llama amor”. En ese poemario esclarecedor escribe esta Confesión:
Decir que nada temo
sería faltar a la verdad.
La enfermedad, la humillación,
me atemorizan.
Tengo sueños como cualquiera.
Pero aprendí a ocultarlos
para protegerme
de la plenitud: la felicidad
atrae a las Furias.
Son hermanas salvajes,
que no tienen sentimientos,
sólo envidia.