“La novela está en sintonía con obras como La fiesta del Chivo, tiene la misma temperatura y discurre en las mismas y brillantes líneas de investigación histórica y alternancia entre la vida privada y la vida pública”, ha afirmado Manuel Llorente, presidente de un jurado integrado por Carlos Aganzo, Juan Cruz, César Antonio Molina, Fernando R. Lafuente, Fanny Rubio y Santos Sanz de Villanueva.
El fallo se comunicó en la sede en Madrid de la Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón a lo largo de un acto en el que María España, presidenta de la Fundación Francisco Umbral y viuda del escritor, comentó que Vargas Llosa se había mostrado muy satisfecho por “un premio especialmente querido por mí por el cariño que siempre he sentido por un autor de la talla de Umbral”. En el acto también se anunció que la Cátedra Vargas Llosa estará ubicada en la sede de la Ortega y Gasset-Gregorio Marañón.
Los ganadores de las ediciones anteriores del Premio Francisco Umbral al libro del año fueron Las cuatro esquinas, de Manuel Longares; La cabeza en llamas, de Luis Mateo Díez; En la orilla, de Rafael Chirbes; Requien habanero por Fidel, de J.J. Armas Marcelo; Desaprendizajes, de José Manuel Caballero Bonald; Patria, de Fernando Aramburu, Transición, de Santos Juliá, y Sur, de Antonio Soler.
La fundación del escritor y periodista fallecido en 2007 nació en 2009 con el objetivo de estudiar, preservar y difundir su obra, y servir de fomento de toda la cultura literaria y el periodismo de habla hispana. El premio está dotado con 12.000 euros y una escultura de Alberto Corazón.
Sinopsis
Guatemala, 1954. El golpe militar perpetrado por Carlos Castillo Armas y auspiciado por Estados Unidos a través de la CIA derroca el gobierno de Jacobo Árbenz. Detrás de este acto violento se encuentra una mentira que pasó por verdad y que cambió el devenir de América Latina: la acusación por parte del gobierno de Eisenhower de que Árbenz alentaba la entrada del comunismo soviético en el continente.
Tiempos recios es una historia de conspiraciones internacionales e intereses encontrados, en los años de la Guerra Fría, cuyos ecos resuenan hasta la actualidad. Un suceso que involucró a varios países y en el que algunos verdugos acabaron convirtiéndose en víctimas de la misma trama que habían ayudado a construir.
En esta novela, que conecta con la aclamada La Fiesta del Chivo, Mario Vargas Llosa funde la realidad con dos ficciones: la del narrador que libremente recrea personajes y situaciones, y la diseñada por aquellos que quisieron controlar la política y la economía de un continente manipulando su historia.