Pero en sólo seis años ocurrieron dos acontecimientos que, con la perspectiva del tiempo, han resultado determinantes para la historia de la Música y de la cultura. En 1888 aparece el gramófono, precursor del tocadiscos, que permitió popularizar el acceso a la música abaratando los costes de producción de las grabaciones hasta niveles mucho más accesibles. Fue el escalón definitivo hacia la música de gran consumo y el origen de una nueva forma de entender este arte. Pero ya hablaremos de eso, y de cómo después vinieron los gramófonos eléctricos, con amplificador, y las cintas magnéticas, y los dispositivos digitales y, con todo ello, la cultura de la calidad y de la alta fidelidad.

El otro hecho definitivo de esa década fue de una importancia no suficientemente valorada y más que protagonista de nuestra forma de entender la música. En 1882, por estas fechas, un tal Hans von Büllow lideraba a un grupo de músicos que decidieron constituir la que acabaría siendo la Berliner Philharmoniker, la Orquesta Filarmónica de Berlín, la mejor orquesta del mundo.

La excelencia

Este adjetivo no es fácil ganárselo. Son necesarias muchas virtudes y muchos méritos para congregar los elogios y los aplausos en este complejo mundo de público, críticos, puristas, alternativos y discográficas. Además de reunir con sistemática reiteración a los mejores intérpretes de Europa y de conseguir ser la referencia de la música clásica en el mundo durante estos 128 años, hacen falta más cosas.

Hace falta, por ejemplo, que sus sucesivos directores hayan acabado por instalarse en el Olimpo de los mejores de la historia. Arthur Nikisch, que condujo la orquesta durante 27 años y fue maestro de estrellas como Otto Klemperer. Wilhelm Fürtwangler, para muchos el mejor director de la historia y protagonista de recientes reediciones de grabaciones casi perdidas del mejor Beethoven y románticos alemanes. El rumano Sergiu Celibidache, estrella rutilante de finales de los años cuarenta. El omnimeritorio Herbert von Karajan, en mi opinión el auténtico inventor de todo este tinglado. El elegante, estudioso, prolífico, mahleriano Claudio Abbado, promotor de talentos musicales en todo el mundo. Sir Ramon Rattle, último atleta portador de la llama de la Philharmoniker y heredero de un legado difícil de mejorar. Y junto a ellos, otros 126 grandes directores que han grabado con la Berliner.

Se lo ha ganado también por haber sido la orquesta que más grabaciones ha hecho en la historia: 1.344 discos. Sus autores preferidos han sido Mozart (220) y Beethoven (212), pero también han prestado atención a Falla (1) y Sarasate (5) o al siempre subvencionado Schoenberg (11).

Y puede presumir de que su sede, la Philharmonie, se ha convertido en un auténtico museo de la música clásica, depositario de tradiciones, partituras, legado gráfico, grabaciones, salas de ensayo, historia viva de la música en el mundo.

Pero, sobre todo, por encima de la obligada excelencia, más allá de responder con eficacia a las expectativas de la sociedad con mayor cultura musical del mundo (Alemania y su tradicional zona de influencia: Chequia, Eslovaquia, Austria, Polonia, etc.), su mayor aportación a este arte ha sido su papel dinamizador para hacer llegar la música a todos los rincones del planeta y estar a la  vanguardia desde el, para algunos, estático mundo de la música clásica.

La revolución de la música

Y en este punto, mención especial de nuevo a Herbert von Karajan. “Wunder Karajan” (“el milagro Karajan”) recibió la mano de la Berliner en 1954 sin otra dote que la de ser la principal dama de la realeza de la música europea, con permiso de la London Philharmonic, o la Wiener Philharmoniker, lo que no es poco, por otra parte.

Juntos crecieron hasta convertirse en la pareja más influyente del panorama musical de la Guerra Fría y recorrieron el camino de la modernidad y la incipiente globalización. Consiguieron sacudirse las polémicas políticas y alcanzaron una presencia mundial inimaginable. El genio de Salzburgo entendió que los sucesivos cambios tecnológicos permitían hacer llegar la música a la gente y que no tenía por qué seguir siendo elitista. Grabaron juntos 521 piezas y vendieron más de 200 millones (doscientos millones) de discos. HvK introdujo las grabaciones de los conciertos en audio y vídeo, inventó la promoción de discos y conciertos y se atrevió con todas las producciones sinfónicas de casi todos los grandes, con Beethoven, Brahms y Tchaikovsky a la cabeza.

Entre las múltiples anécdotas que rodean la vida de Karajan, y que merecen una entrada dedicada, hay una que explica su influencia en el mercado musical que hoy conocemos. En 1981, en plena catarsis del cambio de modelo de la industria musical (como ese que hoy reclaman muchos), Karajan fue invitado a participar en la rueda de prensa de presentación del Compact Disc en compañía de las dos empresas que lo desarrollaron, Phillips y Sony, para mostrar de forma explícita su apoyo a esta nueva tecnología. Hoy nos puede parecer obvia la apuesta de Karajan, pero en aquel momento las cosas no estaban tan claras, con los gigantes tecnológicos estadounidenses defendiendo la evolución del vinilo con el sistema CX y el binomio Europa-Japón proponiendo la revolución digital. Tal era su proyección pública y tan importante su posicionamiento.

Por cierto, recuérdenme que les cuente por qué los primeros CD tenían una duración máxima de 74 minutos, ni 73, ni 75, 74. O también recuérdenme que les cuente quién grabó el primer CD de la historia…

La filosofía de Karajan

Esa filosofía de Karajan, que se resume en excelencia técnica, nuevas tecnologías y popularización de la música, arraigó en la Berliner Philharmoniker para quedarse. Se sumó a la pareja un padrino de lujo, la Deutsche Grammophon y el trío cambió para siempre la forma que tenemos de entender la música clásica, hoy banco de pruebas, Fórmula Uno de este arte y a la vez universalmente extendida. Para entenderlo mejor, un ejemplo: uno de los predecesores de Karajan, Sergiu Celibidache, era absolutamente reacio a que la Orquesta grabase sus interpretaciones. ¿Se imaginan que hubiese permanecido 35 años al frente de la Berliner? Sin duda, hoy todo sería distinto.

Pero Karajan murió en 1989 y en estos veinte años la mejor orquesta del mundo ha seguido evolucionando y creciendo. Claudio Abbado mantuvo el espíritu universal de su predecesor y con su carácter amable y señorial redondeó las aristas del carácter de la Berliner Philharmoniker, conquistó el antes mediocre Barroco, hermanó la Orquesta con compositores antes poco tratados y europeizó la institución. Esta nueva faceta se ha continuado con el británico Sir Simon Rattle, un grandísimo director que –tras conseguir acceder a la dirección de la Berliner en dura pugna con el genio visionario Daniel Baremboim– ha dado una vuelta de tuerca a la Orquesta conviertiéndola en Fundación y situándola, de nuevo, a la cabeza de la música mundial.

Y como ejemplo de esta continua adaptación a los tiempos y de la obligación autoimpuesta de ir iluminando el camino, la Berliner Philharmoniker inauguró en diciembre de 2008 el Digital Concert Hall, una iniciativa revolucionaria, junto con su ambiciosa web, que les invito a descubrir y disfrutar. Con la tecnología más avanzada, podemos acceder a las interpretaciones de la Orquesta desde nuestro ordenador, en directo, a demanda, como queramos, en estupendas grabaciones audio-vídeo, en distintos formatos de calidad. El resultado: un éxito y un ejemplo para muchos.  El próximo concierto en directo es el 13 de marzo, el Requiem de Verdi. No se lo pierdan

En resumen, una envidiable institución a la que convendría homenajear e imitar en todo lo que pudiésemos. La firma de la Berliner Philharmoniker en cualquier disco es una garantía de calidad, de historia, de innovación, de excelencia, de Música.

Y como, nunca mejor dicho, obras son amores, aquí tienen tres ejemplos que explican mejor que yo las virtudes de esta gran orquesta (siguiendo indicaciones de los lectores de Melofilia, con links en las imágenes):

Ludwig Van Beethoven
Las Nueve Sinfonías
Herbert Von Karajan – Berliner Philharmoniker
Deutsche Grammophon, 1963, 1999

Para la mayoría, y me incluyo, la mejor versión de las sinfonías de Beethoven, la referencia de las que vendrían en el futuro. Sus características: el perfeccionismo, la limpieza y el dinamismo. Beethoven en estado puro. Se grabaron en 1961 y 1962 y se editaron el año siguiente.

Si me lo permiten, nunca estaré suficientemente agradecido a mi padre por aquella tarde adolescente en la que me obligó a escuchar esta versión de la novena. Cuando oigan esta 3, 5, 6, 7 y 9 lo entenderán.

 

  

Gustav Mahler
Sinfonía nº 1, “Titán”
Claudio Abbado – Berliner Philharmoniker
Deutsche Grammophon, 1992

Como declaración de intenciones, Claudio Abbado tomó posesión del podio de la Berliner grabando a Mahler, la número 1, la Titán. Ha hecho muchas cosas muy buenas don Claudio, pero esta grabación de 1989 merece ser destacada por significativa y, claro, majestuosa.

Encontrarán otras, DVD de gran calidad, versiones de todo tipo del italiano, pero ésta es de coleccionista.

 

  

  

Ice & Fire – Popular Works For Violin And Orchestra
Domingo – Chang – Berliner Philharmoniker
EMI Classics, 2002

Prueba de la versatilidad y universalidad de la Berliner Philharmoniker es este fantástico disco. Plácido Domingo en su contrastado papel de director, la superdotada Sarah Chang como solista al violín y un variado programa con piezas de nuestro Sarasate como reclamo. Su Fantasía de Carmen en manos de estos genios eriza los cabellos del más pintado y la orquesta se muestra contundente y rotunda, la combinación perfecta para satisfacer a los más exigentes.

 

  

Nota de Melofilia: si alguno de los lectores desea profundizar en el conocimiento y disfrute de esta maravillosa e histórica “Ensemble” y de sus interpretaciones, le recomiendo vivamente que deje el mundo mula-que-come-manzanas-en-un-prado-de-bytes-y-tubos y utilice el mejor equipo que tenga a su alcance. Es lo mínimo que se merece la mejor orquesta del mundo…

La metáfora visual que propongo hoy con la ilustración de Iván Solbes es el vértigo que siente un solista cuando se enfrenta a un auditorio. Su interpretación es su propia sombra, lanzarse a la piscina de uno mismo descubriéndose en ella. Suena poético, pero esa imagen puede ser la nuestra de cada lunes.

 

Buzón de sugerencias

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