El Gobierno ha sido criticado muy injustamente. Me parece una idea brillante lo de limitar la velocidad máxima a 110. Pues claro. ¿No se dan cuenta? Es una medida para ahorrar combustible, sí. Pero no. La decisión, tan difícil, esconde un objetivo de mayor calado y trascendencia: aumentar el consumo… de música. Todos a comprar música. De lo contrario, ¿cómo nos mantendremos despiertos en una autopista salvo por los más que esporádicos baches? Con música. ¿Ven como todo tiene sentido?
Pero no sólo eso. Los que no tengamos posibles para instalar un sistema de esos de reconocimiento de voz para elegir el corte del CD que queramos o la lista de reproducción del mp3 sin tener que quitar las manos del volante ni la vista de la interminable noche iluminada, nos tendremos que conformar con algún invento sucedáneo. Más consumo. Y como las gasolineras apenas tendrán ya razón de ser, se reconvertirán en tiendas de discos donde pararemos a renovar el repertorio que llevemos en el coche y a tomar un doble largo de café por si la música no es suficiente.
Cantando juntos
Pero aún hay más. Las familias. Recuperaremos aquello de cantar todos juntos en el coche, y los niños recordarán para siempre aquella canción de Sabina, o de Julio Iglesias, o de Miliki, o de Russian Red, que es española pero canta en inglés, y siempre está bien que empiecen a aprender un idioma. Las madres volverán a cantar sus canciones de Los Secretos con sus hijos; y a Duncan Dhu, y a Seguridad Social y a Mecano. Y los padres aprovecharán para volver a escuchar a escondidas ZZ Top y Van Halen.
Y las parejas. Ya no discutirán más en el coche, esa jaula rodante de la que no se puede escapar cuando arrecia la tormenta; ahora escucharán música juntos, y como fieras se tranquilizarán con la fusta de Mozart. Y las manos se acariciarán con la banda sonora de Memorias de África, con el espíritu del malogrado John Barry haciendo milagros incluso con las tensiones sentimentales más borrascosas. Como Ennio Morricone, o Nicola Piovani, o Lisa Ekdahl, o Charlie Haden, o Bill Evans, o Coltrane.
Y los chavales noveles tendrán que reprimir su tendencia a la velocidad escuchando toda la discografía de Bruce, o de U2, o de Dire Straits, o de Bob Marley, o de The Who, y podrán fardar con los colegas de saber de música. No sé si Lady Gaga, Public Enemy o Black Eyed Peas se adaptarían a esta nueva legislación. Se reeditarán discos de Juanito Valderrama para ponérselos a los abuelos cuando vayan en el coche. Y de María Dolores Pradera, y de Mocedades, y de Camilo Sesto, que hay abuelos de toda edad y condición. Se harán ediciones especiales para viajes largos: Obras completas de Schubert, A Coruña-Almería o El Barroco a 110. Para los más cañeros… no sé, ¿se imaginan un Valencia-Badajoz con Rosendo features Metallica: Hits on the Road? Y nosotros, los raritos, aprovecharemos para oír rarezas, que es lo nuestro.
Aumentarán, por fin, las ventas de discos –porque todavía no han inventado el Spotify para el coche– y las discográficas volverán a tener recursos para apostar por nuevos talentos en lugar de verse obligadas a editar repetitivas versiones de grandes éxitos, versiones, recopilatorios y esos eufemismos de “no tenemos ni pa pipas”.
¿Lo entienden ahora? Es difícil a veces ser político. Vaya desde aquí nuestra enhorabuena, pues, a la iniciativa. En cualquier caso, sean responsables y no corran. Para que luego digan que lo de los cursos de reeducación y sensibilización vial no sirven para nada…
Entre cajones
Melody Gardot
Verve, 2008
Qué mejor recomendación vial que Melody Gardot. Este disco, el primero de su carrera, nace a consecuencia de un grave accidente de tráfico en el que fue atropellada. Sus médicos le recomendaron que estudiase música para recuperarse de sus lesiones neurológicas, pero nunca imaginaron que de aquella prescripción surgiese una artista con un disco bajo sus brazos. Apenas escuché un par de canciones en cdbaby.com [2] –una tienda online de música independiente que no llega al gran circuito comercial–, me animé a comprarlo. Y acerté, tuve suerte. Una voz preciosa, con estilo, como una toalla caliente en invierno. Jazz, blues, folk, ninguno de ellos sino más allá. Worrisome Heart, Love Me Like A River Does o Goodnite son ejemplos de esas caricias. Más tarde triunfó y muchos de ustedes seguro que la conocen, pero les invito a que conozcan esta cura milagrosa.
Eden Brent
Yellow Dog, 2010
Seguimos con jóvenes talentos. Eden Brent tiene sólo dos discos en su mochila, pero si ha conquistado la agenda de la discográfica Yellow Dog por algo será. Pianista y compositora, aparece como aire fresco en la música del Mississippi. Algunos la comparan con Janis Joplin, aunque yo prefiero a Eden. Perfuma con su piano el blanco y negro y sepia del blues con notas de jazz y de funk, con letras irónicas y despechadas, con olvidados ragtimes y boogie-woogies. Camaleónica con su piano, se mimetiza con Stevie Wonder en Someone To Love, con Ray Charles en Ain’t Got No Troubles, o con el mismo Pinetop Perkins en Let’s Boogie Woogie, canciones que echábamos de menos y que rescatan una música que a todos nos gusta y nos hacen sentirnos en los años 20, esos que ninguno vivimos y que sólo hemos leído y visto en el cine. Gran disco.
Brett Dennen
Dualtone, 2006
Llevaba tiempo queriendo recomendarles algún disco de Brett Dennen. No es un fenómeno de masas, pero está en todas las salsas: bandas sonoras de películas y series de televisión, conciertos benéficos, discos para financiar iniciativas humanitarias, duetos con artistas consagrados; en todas partes menos en las listas de más vendidos. Ya saben que no soy crítico musical, sólo les recomiendo aquello me gusta. Y Brett Dennen me gusta. La canción que inaugura el disco, Ain’t No Reason, es su mejor carta de presentación. Acompañado de su guitarra, de sus letras revolucionarias y románticas, de su voz casi femenina, hace fácil lo difícil y se inventa una música cercana, que se entiende. She’s Mine, I Asked When y The One Who Loves You The Most, otras tres perlas. El broche del collar podría ser Ain’t Gonna Lose You, pero está en Hope For The Hopeless, el último disco que ha grabado. Les dejo con el joven Dennen, promete; la revista Rolling Stone le incluyó en 2008 en su selecta lista de Artists To Watch [7], así que sigámosle la pista.
De sofá y copa de vino
[9]The Art And Soul of Houston Person
Houston Person
Highnote, 2008
Siempre ha estado en la sombra, a la vera del famoso, complemento ideal, fiel escudero. Me gustan esos tipos. Su carrera se resume en treinta años acompañando a la gran Etta Jones y en colaboraciones en decenas de discos con las estrellas del jazz Curtis Fuller, Ron Carter, Horace Silver y una larga lista cuando encontraba una hueco en su afición a tocar en compañía de cualquiera que tocase un órgano Hammond. Y así llegamos a este disco, compendio de clásicos revisitados por el saxo de Person. Parece pensado para esta sección, para descorchar ese vino, acomodarse en el sofá y disponerse a dejarse acompañar casi tres horas por una música llena de recuerdos, de suavidad, de cariño, de nostalgia, de sueños. I Don’t Stand A Ghost Of A Chance, Where Are You, My Funny Valentine, es difícil elegir, todas responden al objetivo de regalarnos una cálida tarde de invierno. Algunos de ustedes leerán mientras lo escuchan, otros pensarán, otros soñarán y otros conducirán. Estos últimos sin vino, por favor.
www.myspace.com/houstonperson [10]
El pasado también existe
The Ink Spots
MCA, 1999
El pasado también existe, ya lo creo. Aunque algunos piensen que ésto es demasiado, no está de más hacer un pequeño homenaje a este grupo de los años 40. Pioneros de la música melódica, inspiradores de otros que después fueron míticos, se merecen cuando menos esta modesta reseña. Las baladas de Elvis Presley son las de los Ink Spots pero con movimiento de caderas, los Platters o los Drifters no hicieron sino continuar su estilo, y así tantos otros. Este disco resume su carrera desde 1939 con la joya If I Didn’t Care e incluye dos cortes –I’m Making Believe y I’m Beginning To See The Light– en los que una tal Ella Fitzgerald les acompaña. Atrévanse a buscarlo, es un fondo de armario musical digno de desempolvado de vez en cuando.
¿Clásicos? ¿Qué clásicos?
[12]Concierto Para Violín – Concierto Para Violín, Chelo y Orquesta
Johannes Brahms
Leipzig Gewandhausorchester – Richard Chailly – Vadim Repim
Deutsche Grammophon, 2008
Han pasado por aquí el de Beethoven, el de Mendelssohn y el Tchaikovsky. El de hoy completa los Big Four, los cuatro mejores conciertos de violín para muchos expertos. Este de Brahms, como los anteriores, es un «everest técnico», una gymkana de dificultades para el solista, sin que por ello se pierda un ápice de sentimiento, de emotividad, del objetivo romántico de transmitir emociones y alterar estados de ánimo. La orquesta de Leipzig, con Richard Chailly al frente, y Vadim Repim, el virtuoso solista que protagoniza la grabación que les propongo, son toda una garantía para acometer los temidos primer y tercer movimientos. Hay otras grabaciones, con Claudio Abbado y Gil Shaham, por ejemplo, pero esta me sirve para recordarles que Vadim Repim visita España esta semana, en una prometedora velada [13] en el Auditorio Nacional de Música de Madrid acompañado por Lang Lang al piano y Mischa Maisky al chelo, nada menos. Están a tiempo.
www.vadimrepin.com [14]
Para evitar las multas, para disfrutar, para soñar; la música es siempre una buena compañera. La música es un refugio, siempre puede ser un refugio; todos queremos ser un refugio para el otro, un búnker ante el que nada puedan las olas ni las tempestades; es el sueño que todos anhelamos, protegernos y proteger, cuidar, mimar. Es lo que interpreto hoy de la ilustración de nuestro Iván Solbes [15]. Intentemos ser como la música, siempre ahí. Sin molestar, con una caricia, un consejo, un silencio, un tachán, un hombro, una salida, un do de pecho, una conversación, un allegro, un beso. Y si desafinamos, a seguir practicando para que nos quieran seguir escuchando.
Espero que se hayan entretenido y estén pensando ya en la música que utilizarán para sortear las novedades viales. Si, aun así, no consiguen adaptarse a las dificultades, recuerden lo que dijo Henry Ford, “el fracaso es una gran oportunidad para empezar de nuevo con más inteligencia”. Y este sabía mucho de coches. Gracias por los comentarios aquí abajo y en Facebook, hacen este rincón mucho más soleado. Si prefieren más intimidad, están invitados a mi casa, que es la suya: melofilia@hoyesarte.com [16] |