Estos paisajes atesoran una gran diversidad ecológica y su fauna y flora presentan numerosos endemismos. La escasez de lluvia, con precipitaciones abundantes en poco tiempo, es la causa de la aridez tan característica de estos espacios. Predominan los sistemas de dunas, arenales, saladares, charcas salineras, calas y acantilados. Aunque no presenta la exuberancia de un bosque ni de una selva, el paisaje tiene una belleza especial. La vida se condensa, aferrada a la última gota de agua.
Humedales vitales
El Mar Menor es un humedal de gran importancia, siendo el Parque Regional de las Salinas de San Pedro del Pinatar una zona de especial protección para las aves. Estos humedales son fundamentales para los viajes migratorios de las aves. En invierno podemos observar especies de aves residentes junto a otras invernantes que huyen del intenso frío del norte. Flamencos, avocetas, gaviotas, cigüeñuelas, garcetas, chorlitejos, archibebes, garzas reales, espátulas, cormoranes, zampullines… aportan belleza y vida a estas someras extensiones de agua. Esta época del año también atrae a esta zona a urbanitas ávidos de sol y tranquilidad.
Los grandes bloques de la orilla permanecen vacíos y mudos, como su reflejo en las quietas aguas de este pacífico mar. Es fácil imaginar la belleza de las puestas de sol en este lugar antes de la invasión del hormigón.
El sol se hunde tras las azuladas siluetas de las montañas del horizonte, sus cinco islas volcánicas se oscurecen en contraste con los tintes rosados y azulados de las cristalinas aguas, bordeadas por el arenal de La Manga. El cielo, arrebolado con los colores del crepúsculo, atravesado por flamencos flotando como nubes vagabundas. Lentamente aparece la noche tachonada de estrellas que se reflejan en la laguna como un espejo…