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El menú de ‘La última Cena’

Una cena, según Varriano, confeccionada fundamentalmente a base de pescado, según se deduce de uno de los platos pintados, que contiene en su mayoría peces sin identificar, o de los más distinguibles trozos de anguila decorada con rodajas de naranja que aparecen en otro de los servicios.

En principio, la cena se sitúa en una fecha concreta, el jueves 6 de abril del año 30 de la era cristiana. Un acto de celebración de la cena de Pascua que se llevó a cabo en una mansión en la cima del cercano monte Sión, la vivienda habitual de la familia Marcos.

Fueron Pedro y Juan los encargados de anunciar a Simón Marcos los deseos del Maestro de cenar en su casa, a lo que Simón accedió, agradecido por recibir el privilegio de preparar en su casa la cena pascual para Jesús y sus doce discípulos. Hacia las seis y media de la tarde de ese día, fue Antonio, el más joven de los hermanos Marcos, el que localizó a la comitiva e informó a su familia de que el Maestro y sus acompañantes se acercaban ya a la casa.

Todo preparado para la celebración

Otro de los hermanos, Jahel Marcos, ya se había encargado horas antes de atender hasta el más mínimo detalle para asegurar el éxito de este singular acontecimiento: antes de que llegaran, ya estaba dispuesta en la mesa una ensalada de lechugas, a base de perifollos con un suave aroma a anís, cardo y las tradicionales hierbas amargas destinadas a recordar los días difíciles del éxodo. Por supuesto, todo sin hervir ni cocer, tal y como marcaba la tradición.

Por otra parte, en el jardín ya se estaba asando el cordero pascual sobre unas brasas de madera de pino rodeadas de piedras redondas de río. La carne, untada con una fina manteca con especias, había sido rellenada previamente con alhova, laurel, sal y pimienta y el vientre del animal cerrado con ramas de romero. 

Todo esto acompañado de puerros, guisantes, pan ácimo sin levadura, nueces, almendras tostadas, higos y una compota preparada con fruta machacada, miel y un vino mezclado con agua especialmente seleccionado para la ocasión, realizado con uvas procedentes del Monte de Simeón, un “pago” por entonces muy prestigioso en todo Israel.

La celebración se había preparado en un aposento especial situado en el segundo piso de la vivienda de los Marcos, un salón acondicionado según las ordenes del maestro, sin la presencia de ningún miembro de la servidumbre. El puesto de honor lo marcaba un diván más alto, en el centro, con otros dos lugares preferentes a derecha e izquierda. En los costados, pero en un nivel más bajo y en forma de “U”, estaban colocadas dos mesas largas con cinco asientos cada una.

La costumbre judía obligaba a que antes de sentarse a la mesa los comensales debían ser aseados por los sirvientes (recordemos que en esta ocasión ausentes) o por ellos mismos, para lo cual ya estaban dispuestas las jofainas y toallas en una esquina, para realizar las obligadas abluciones de pies y manos.

Jesucristo cenó muy frugalmente

Según el relato de Andrés, uno de los discípulos, el Maestro no probó en ningún momento el asado de cordero, sino que únicamente tomó algunas verduras y legumbres, incluyendo las hierbas amargas, pan ácimo, vino con agua y un poco del postre.

A las nueve y cuarto de la noche, la hora de las bendiciones y poco antes de que fuera servida la tercera copa de vino, otro discípulo, Judas, pidió permiso para salir un momento del aposento, al que no regresaría jamás, dispuesto a consumar su famosa traición.

A las diez y cuarto tuvo lugar la despedida, coincidiendo con la cuarta y ultima copa de vino. Los asistentes salieron del aposento, Jesús él ultimo, dirigiéndose al huerto de Getsemani para seguir protagonizando uno de los episodios más conocidos de la historia de la humanidad.