Estrechas calles encaladas serpenteando a lo largo de la ladera, reminiscencias de un ancestral estilo de vida y de arquitectura árabe, una de las muchas y variadas culturas que han pasado por esta villa y la que sin duda mayor impronta dejó.
Porque como demuestran los hallazgos de diversos instrumentos paleolíticos encontrados en los alrededores de la población, Arcos ha estado habitada desde los tiempos más remotos, incluyendo una importante ocupación romana y naturalmente el asentamiento árabe que duró hasta la conquista definitiva, en 1264, por Alfonso X el Sabio, fecha en la que pasó a formar parte de la serie de fortalezas establecida como parapeto cristiano contra los musulmanes, de donde le viene su segundo nombre «de la Frontera».
Y afortunadamente en Arcos se da la excepcional circunstancia de que la actual ciudad cristiana conserva la original estructura urbana árabe preexistente, sin los habituales derribos y ensanches efectuados en otras poblaciones. Este hecho ha permitido que la ciudad atesore en su interior importantes joyas artísticas de todas las épocas que ofrecen al visitante un abanico de posibilidades difícil de encontrar en un único casco urbano y que hicieron que en 1962 fuera declarada Conjunto Monumental Histórico Artístico.
Imprescindible visitar:
–La Plaza del Cabildo, con un magnífico mirador sobre el valle y en la que también se encuentran el ayuntamiento, el castillo y la iglesia de Santa María, con su fachada plateresca y sus frescos del siglo XIV.
–Palacios y casas señoriales, especialmente las residencias de los Condes de Águila, del Marqués de Terresoto, de Pedro Gamazo y el palacio Mayorazgo, que se encuentran cerca del Castillo.
–Iglesias y Conventos: sobre todo la Iglesia San Pedro, construcción gótica con carácter de fortificación y campanario neoclásico y los conventos de las Mercedarias Descalzas, donde se venden dulces de elaboración propia, y el de la Caridad, edificio de estilo colonial (s. XVIII) ya en las afueras.