Al parecer, la inspiración le vino como consecuencia de una reacción “pavloviana” que observó en un amigo, quien al verle abrir un pequeño snack para la merienda y escuchar el ruido del celofán sufrió una irrefrenable necesidad de comerse uno también.
Pasado un tiempo de esta anécdota, Whittington se trasladó a vivir a WinstonSalem, en Carolina del Norte, donde tuvo la oportunidad de realizar una pequeña exposición individual en un café local. Allí fue donde el artista transformó por primera vez una máquina de tabaco recientemente clausurada para crear su primera "Art-o-mat", nombre con el que bautizó su creación y con la que comenzó a vender fotografías propias en blanco y negro a un dólar.
Éxito rotundo
La exposición tenía prevista una duración de un mes, pero al finalizar este plazo, la propietaria del local, que se había enamorado de la máquina, pidió a Whittington que la mantuviera indefinidamente. Éste se lo pensó y aceptó, pero con la condición de abrir la máquina a todos los artistas locales que lo desearan.
Hoy en día, existen ya más de 90 máquinas de todo el mundo (principalmente en Estados Unidos y Canadá) expendiendo cuadros, dibujos, esculturas y otros objetos a un precio de entre 5 y 7 dólares y más de 400 artistas colaborando en el proyecto, que se ha consolidado en una compañía denominada Artists In Cellophane [1] (AIC).
En museos y galerías
Y es que las propias máquinas Art-o-mat ya son de por sí un objeto de arte y además muy atractivo dentro del sector. De hecho, la mayoría de ellas están situadas en museos públicos, bibliotecas, galerías y centros de arte.
La última adquisición sonada ha sido la del Polk Museum of Art, en Lakeland, Florida, que ha añadido a sus fondos una Art-o-mat y para celebrarlo ha invitado a su autor, Clark Whittington, a dar una conferencia en la que se analizará el origen y desarrollo de la empresa y el proceso por el que viejas máquinas de tabaco se convierten en objetos expendedores de arte.
La verdad es que hay negocios…y negocios con arte.