La discusión, que se inició con un tema relacionado con documentos religiosos de judíos ortodoxos, ha llegado a convertirse en una verdadera batalla diplomática entre Estados Unidos y Rusia, cuya administración exige una serie de medidas de protección legal sobre las obras maestras de arte de museos rusos que sean prestadas a instituciones extranjeras.
De hecho, varias obras que ya contaban con el acuerdo para ser prestadas a importantes instituciones por parte de museos como el Pushkin de Moscú o el Ermitage de San Petersburgo permanecerán en Rusia a menos que el gobierno de Estados Unidos ofrezca garantías de que no serán confiscadas por ningún tribunal de justicia.
Todo comienza con unos documentos religiosos judíos
La disputa política surgió a raíz de que un tribunal norteamericano dictaminara que Rusia debe entregar una biblioteca de documentos religiosos judíos a una organización religiosa con sede en EE UU. La discusión se centra en una colección de 12.000 libros y 50.000 documentos que fueron reunidos más de 200 años antes de la Segunda Guerra Mundial por el movimiento “Chabad-Lubavitch”, compuesto por judíos pertenecientes a la rama ortodoxa Hasidic.
Ante este requerimiento, las autoridades rusas alegan que dicho tribunal no tiene ninguna jurisdicción sobre su país, pero sin embargo están preocupadas por la posibilidad de que algún otro tribunal de EE.UU. tomara las obras de arte prestadas a museos americanos como garantía de devolución de los documentos judíos.
Marshall Grossman, abogado del movimiento Chabad, ha declarado que “los documentos no son de ningún interés para Rusia pero sí de una importancia extrema para los seguidores Chabad, porque en ellos se detallan sus leyes y costumbres establecidas a lo largo de muchos años”.
Grossman comentó también al diario estadounidense The New York Times que el grupo intentaría un dictamen legal para conseguir la recuperación de los documentos, lo que sin duda ha contribuido a la preocupación de los rusos por la posibilidad de que sean confiscadas las obras de arte prestadas.
Llueve sobre mojado
Pero la cautela de Rusia es comprensible. Ya en 2005 fueron confiscadas 54 obras durante la celebración de una exposición en Suiza a solicitud de una empresa de logística de este país que denunció que el gobierno ruso le debía millones de libras en deudas impagadas. Las pinturas retenidas incluían obras de Monet, Renoir, Gauguin y Picasso y los camiones que debían transportarlas de vuelta a Moscú.
Aunque las obras fueron devueltas un día más tarde por orden del gobierno suizo, el incidente marcó, a partir de ese momento, una mayor prevención en la política rusa sobre cesión de obras de arte. «Después de este caso, el gobierno ruso se volvió muy sensible sobre cualquier posibilidad de reclamación que sea resultado de disputas de terceros», aseguraba John Varoli, consultor de arte con base en San Petersburgo, quien añadía «sólo enviarán obras de arte cuando de verdad tengan una garantía férrea por parte del gobierno anfitrión».
Los estadounidenses argumentan que ya existe un estatuto que garantiza la inmunidad para cualquier material gráfico que haya sido prestado por países extranjeros, indicando que, por poner tan solo un ejemplo, el Metropolitan Museum of Art lleva desde 1990 recibiendo obras rusas en préstamo para la realización de más de cuarenta exposiciones y todas ellas han sido devueltas con la más absoluta seguridad. Pero los rusos insisten en que esto no es suficiente y quieren una garantía más explícita.