Pero también existen muchas ciudades «caprichosonas», que pasando de tanta seriedad y etiqueta han preferido montar otro tipo de museos, hermanos menores de los anteriores, sin tanto glamour como sus mayores, pero que con la misma dignidad y entusiasmo ofrecen propuestas tan insólitas como extravagantes, pero no por ello carentes de interés.
Además, visitar estos lugares, que difícilmente figuran en las guías de turismo, implica muchas veces salirse de los itinerarios más convencionales, lo que permite la ventaja adicional de conocer sitios impensados, desde un pueblito perdido en el corazón de los Pirineos hasta una desconocida población a pocos kilómetros de una gran capital.
Los más insólitos
Empecemos por el que puede que sea uno de los museos más insólitos no ya del planeta sino probablemente de la galaxia: la Colección Nacional de Garrapatas, situada en la ciudad estadounidense de Statesboro (Georgia). Aunque cueste creerlo, esta “institución” recibe todos los años a miles de curiosos que llegan para ver de cerca una colección compuesta por más de un millón de especímenes de garrapatas.
Otro de estos museos alternativos es el Theather Figuren Museum, situado en la ciudad alemana de Lübeck, muy cerca de Hamburgo, que alberga una maravillosa colección de títeres y marionetas de distintas épocas y continentes.
Algo más extravagante resulta el Museo de Microminiaturas de Ordino, una pequeña aldea de Andorra. En él, el artista Nikolai Siadristy ha reunido su curiosa colección personal consistente en figuras que sólo pueden ser contempladas con un microscopio, creadas por él mismo a base de hilos de oro hasta 300 veces más delgados que un cabello humano.
Hablando de extravagancias, por ahí anda el Museo Niagai, situado en Tokio, que exhibe nada menos que 20.000 clases de calcetines diferentes, incluidos el más grande del mundo y varios que pertenecieron a presidentes y figuras populares de Japón.
De la pasta a Burt Reynolds
Volviendo a Estados Unidos, imposible no citar, aunque sea de pasada, organismos tan peculiares como el Museo Americano de Inodoros, que tiene su sede en Boston; el dedicado al Mayor Ovillo de Hilo Sisal en Kansas, el que la ciudad de Houston ha dedicado a la Historia de los Funerales o el Museo Internacional del Espionaje en Washington. De hecho, hasta los actores disponen de sus propios museos, como el de Florida dedicado al actor Burt Reynolds, o el Museo James Stewart de Indiana, Pensilvania.
Muy apetitoso resulta el Museo Nacional de la Pasta, en pleno centro de Roma, que como su nombre indica, está consagrado a la historia de la pasta italiana.
Pero si lo que te gusta son las emociones fuertes, nada como el Museum of Fire, en Penrith (Australia), que además de contar con todo lo relativo a incendios, uniformes o vehículos de bomberos, dispone de un recinto en el que los visitantes pueden experimentar en carne propia una simulación bastante cercana a lo que significa quedar atrapado en medio de un incendio real.
Y para terminar, otras cuantas lindezas como el Museo del Diablo en la ciudad de Kaunas, Lituania, el Museo de las Medias en Japón, el de Fósforos en Suecia y el Museo Polifacético Rocsen, en Córdoba, Argentina, que para no aburrir a los visitantes, colecciona todo tipo de objetos, aunque entre ellos no exista la más mínima relación.