Se trata del CouchSurfing, una nueva forma de viajar que nació en el año 2003, cuando su fundador, Casey Fenton, compró un billete “low cost” para trasladarse de Estados Unidos a Islandia y ya con el billete en la mano se dio cuenta de que no tenía donde alojarse durante el viaje, que hospedarse en un hotel cualquiera, sin pretensiones, le iba a costar probablemente más que el viaje y que además no le apetecía lo más mínimo ser el típico turista que visita únicamente lo que las guías le dicen que debe visitar.
Así que se le ocurrió la brillante idea de contactar a través de e-mail con 1.500 estudiantes de Reykjavik, preguntándoles si podía quedarse a dormir en alguno de sus sofás sobrantes. Los correos parece que funcionaron y Fenton pasó sus vacaciones no solo alojado, sino también en la agradable y sincera compañía de diferentes grupos de amigos que le enseñaron su Reykjavik particular, con rutas, rincones y escenarios que por sí mismo él nunca hubiera podido descubrir a través de ninguna guía turística.
Comunidad global
Hoy en día, esta comunidad global ha conseguido una cifra de cerca de 950.000 “surfeos”, que es como denominan ellos los encuentros, en 231 países diferentes y mantenida únicamente por sus propios miembros y por algunos voluntarios que ayudan a mejorar la página web –www.couchsurfing.com [1]– auténtico centro propulsor del proyecto.
Y es que las lógicas dudas que al principio se plantean -¿Tengo que alojar en mi casa a todo el que me lo pida? ¿Por cuántos días estoy obligado?- se han positivado, flexibilizando la relación, de modo que algunos miembros deciden ofrecerse únicamente para pasear y enseñar la ciudad, otros para tomar un café y una copa, alguien que solo se ofrece como guía… en todo caso pudiendo no ofrecer “el sofá” si no lo desean.
El resultado es que al final, el que ofrece alojamiento, lo hace de verdad, a su gusto y casi siempre cediendo bastante más que un simple sofá, al menos una cama y, si puede, incluso una habitación para uso exclusivo de los visitantes. Porque la realidad es que para los habitantes de muchos países lejanos, como oriente o africa, a los que les resulta muy difícil salir de sus países, esta es de algún modo también una forma de viajar, de compartir cultura y conocimientos con personas -amigos después de la experiencia- con los que difícilmente hubieran coincidido en sus condiciones vitales normales.