Comenzó su autoimpuesta labor construyendo un rústico puente sobre las aguas del río Oja. Taló una buena parte del bosque para abrir un camino más seguro y confortable. A orillas del río edificó un hospital y una iglesia para socorrer material y espiritualmente a los peregrinos. Y como de la nada, en pocos años se fue montando, alrededor de este pequeño núcleo, lo que llegaría a ser una importante villa y sobre todo, una de las paradas más emblemáticas de la ruta jacobea.

El milagro más famoso de la Edad Media

Cuenta la tradición que en el siglo XIV, entre los muchos peregrinos que ya pasaban por la ciudad, hizo alto en una posada un matrimonio germánico con un apuesto hijo de 18 años, llamado Hugonell.

Al parecer, la empleada del mesón, joven también, se enamoró perdidamente del alemán y sin el menor recato le “requirió de amores”, pero el piadoso peregrino rechazó su “lasciva propuesta” repetidas veces. Herida en su amor físico y propio, la posadera decidió vengarse del joven y el día de su partida escondió en su zurrón una copa de plata. En cuanto salieron del pueblo, se dirigió rápidamente al Corregidor y denunció el robo, siendo detenida la familia a las pocas horas y condenado el ladrón a morir en la horca.

Los indefensos padres no pudieron hacer nada por él, aparte de rezar a Santiago. Pero hete aquí que al acercarse al cuerpo ahorcado de su hijo para despedirse, le oyen hablar desde la horca, diciéndoles que está vivo por la gracia del Santo. Rápidamente se dirigen a dar cuenta del prodigio al Corregidor, quien en esos momentos se encontraba almorzando e incrédulamente les contestó: “su hijo está tan vivo como este gallo y gallina asados que me dispongo a comer”. Pero tan pronto intentó trincharlas con el cuchillo, las dos aves, recuperando súbitamente las plumas y puestas en pie sobre el plato, empezaron a cantar. Desde entonces quedaron en el saber popular los famosos versos:
«Santo Domingo de la Calzada,
donde cantó la gallina después de asada».

Y todavía hoy en día se encuentran en el interior de la iglesia del pueblo los descendientes  -dicen- de los que en su día cantaron, un gallo y una gallina vivos dentro del famoso gallinero, una jaula metálica con su marco gótico tardío y sus rejas doradas que sin duda debe de resultar la decoración más extravagante que iglesia alguna en el mundo haya tenido jamás.

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