Como señor de la villa de Alcalá desde su nombramiento como arzobispo de la sede toledana en 1456, Cisneros adoptó a esta localidad como su base principal de operaciones para la plasmación de un ambicioso proyecto de reforma del clero español que, por extensión, sería el de toda la cristiandad, dada la preeminencia que en esos años tomaría España en Europa.
Esa reforma, que en su concepción se adelantaba a la protestante y enlazaba con la corriente erasmista, precisaba la formación de teólogos, filósofos, juristas y por extensión lingüistas que recuperaran las bases originales, bíblicas, de la religión cristiana.
Ciudad orientada al saber
Para llevar a cabo su proyecto reformador, Cisneros fundó en Alcalá de Henares una universidad dependiente de un Colegio Mayor, San Ildefonso, a cuya autoridad de facto vinculó también de distintas formas las estructuras del clero secular y regular en la ciudad.
Puso en marcha pues, con toda la capacidad que le daba la riqueza de la sede toledana y su influencia en la gobernación del país, una ciudad orientada abrumadoramente al saber, que significó urbanísticamente la transformación de la antigua villa medieval en una ciudad renancentista, que tuvo que salirse muy pronto de sus viejas murallas físicas y transformarse en un entorno arquitectónico de gran personalidad que, a pesar de duros avatares históricos, ha llegado hasta nuestros días y ha sido la base de la recuperación universitaria de la ciudad y de su reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad.
Alcalá de Henares. Las huellas de Cisneros en Alcalá [1]. Instituto Cervantes [2].
Del 26 de noviembre de 2009 al 24 de enero de 2010.
Comisario de la Exposición: José Morilla Critz.