Nacida en La Coruña en 1965, Ángela de la Cruz estudió filosofía en la Universidad de Santiago y en 1989 se trasladó a Londres con la intención de dedicarse al arte. Allí completó su formación en el Slade College y en el prestigioso Goldsmiths College. En la actualidad sigue residiendo en la capital británica. Hace cuatro años, De la Cruz sufrió un ictus mientras preparaba una muestra. Embarazada, su hija nació mientras ella estaba en coma. La recuperación es lenta. Se mueve en silla de ruedas y las secuelas se dejan notar en el habla.
Proceso físico
En 1996 comienza a romper los cuadros. Literalmente. El lienzo, junto con el bastidor y a veces el marco incluido, se arruga, se deforma, se pliega y, finalmente, se rompe. Más allá del corte a lo Fontana o de un recurso meramente pictórico, De la Cruz somete sus pinturas a un proceso deliberadamente físico y voluntariamente transformador con la decidida finalidad de prolongar los límites del lienzo hasta acercarlos a la escultura. Su intención no es sólo la de abandonar la superficie plana a favor del objeto tridimensional, sino la de mostrar el paso de la obra por ese proceso físico. El resultado abarca desde lo sacro y lo sublime hasta la ironía o la ternura.
Dentro de su objetivo por alcanzar lo escultórico, un paso fundamental fue la incorporación de objetos, muebles, que, en general, habían sido encontrados o recuperados de la calle. Así, las sillas prolongan sus patas con prótesis burdas y evidentes que hacen casi imposible el equilibrio, los armarios se arrugan para intentar confinarse en cajas demasiado pequeñas para ellos y las estanterías se pliegan como un acordeón al chocar con el suelo.
Reflejo de su biografía
En distintas ocasiones se ha hablado del paralelismo o, mejor dicho, del reflejo de su biografía en relación a las acciones que sufría su obra. En otras, De la Cruz ha llegado a afirmar que veía el bastidor como “una extensión” de su propio cuerpo. Finalmente, determinadas obras tienen una relación simbólica con la artista, especialmente en las formas geométricas o en los tamaños y proporciones que utiliza.
La obra de Ángela de la Cruz utiliza el color de una forma muy determinada al escoger tonos en el límite del feísmo, inquietantemente rozando el desagrado. La aplicación de la pintura es masiva, como si quisiera hacer dudar al espectador sobre si el resultado se debe a una voluntad manual obsesiva o, por el contrario, se ha realizado de una forma industrial y mecanizada.
Por último, la superficie untuosa termina por acercar el lienzo a la textura y el brillo del plástico. También hay que destacar el sentido del humor, socarrón, con que la artista contempla su propia obra y que se pone en evidencia en títulos como Hung, Squashed or Deflated con los que casi parece que se burlara de sus creaciones.
Ángela de la Cruz ha expuesto su obra de forma individual en el Candem Arts Centre (2010), el centro Culturgest de Lisboa (2006) y en el MARCO de Vigo (2004). Recientemente se le concedió el importante Paul Hamlyn Award.
Madrid. Ángela de la Cruz. Transfer. Galería Helga de Alvear [1].
Del 20 de enero al 5 de marzo de 2011.