Las mejores obras del pintor catalán se pueden contemplar en esta muestra, entre ellas doce pinturas que hasta ahora no habían sido expuestas, que se complementa con un audiovisual producido para esta exposición a partir de imágenes grabadas por el propio pintor en la etapa final de su vida, entre los años 1930 y 1936.
Francesc Miralles, comisario de la exposición, ha defendido la necesidad de reivindicar el nombre del artista porque "la defensa de las vanguardias se ha hecho a partir del descrédito de todo lo anterior, sin apiadarse de auténticos genios como Joaquim Mir”. La fusión de sus vistas con la naturaleza y la construcción de un lenguaje corporal absolutamente moderno y, en ocasiones, cercano a la abstracción, hacen de Mir uno de los mejores paisajistas de principios el siglo XX.
Las primeras salas de esta muestra, estructurada en función de los distintos lugares donde vivió el artista y que se convirtieron en tema central de sus obras, recogen los ejemplos de sus años de formación en Barcelona, donde formó parte de la Colla del Safrà, junto con Nonell, Vallmitjana, Canals y Pitxot.
Su progresivo alejamiento de la pintura academicista se hace patente en su primera gran obra, La catedral de los pobres, una pieza que no está en la exposición por motivos de conservación y porque, según el comisario, al estar en Barcelona, se puede admirar en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), a apenas 500 metros de la exposición. No obstante, reúne los esbozos y estudios preparativos de esta obra, algo inusual en su trayectoria, marcada por la inmediatez.
Los cuatro años que Mir pasó en Mallorca se resumen en dos salas de la exposición, que acogen, entre otras obras, dos impactantes marinas que el pintor hizo para el Gran Hotel de Palma, actual sede de CaixaForum Palma. "Estas obras son muy representativas de la evolución de un artista con una gran fuerza interior que buscó su propio camino, al margen de los movimientos artísticos del momento", según Miralles.
Aunque la selección cromática de su paleta coincide con la de los impresionistas, el artista no interiorizó las teorías imperantes en su época, sino que desarrolló su obra en función de sus necesidades interiores y su peculiar mirada de la naturaleza y de la luz.
Los años que pasó en el Instituto Psiquiátrico Pere Mata de Reus y el Camp de Tarragona tienen su reflejo en la decoración mural de la Casa Trinxet de Puig i Cadafalch. Aunque la casa ya no existe, la exposición recoge buena parte de los trabajos que realizó para este encargo, como El Gorg Blau y La Vita.
Posteriormente, Mir vivió en el Vallès y se distanció de los núcleos de debate artístico, tal como ilustra la serie de obras que pintó en Santa Perpètua de Mogoda (Barcelona).
La recuperación de las formas realistas es una de las características de las obras de su última etapa en Vilanova i la Geltrú (Barcelona), y su obsesión por la luz y el color una constante a lo largo de toda su vida.
Barcelona. Joaquim Mir. Antológica 1873-1940. CaixaForum.
Hasta el 26 de abril de 2009.
Comisario: Francesc Miralles.