Desde los autorretratos de juventud, las primeras pinturas, y también en los barnices de los años ochenta y noventa, entre otros, Tàpies se interroga sin descanso sobre la representación de su condición como hombre y como artista.
Cuerpo y espíritu
Esta muestra, que se presenta a los cinco meses de la muerte del artista, incluye un total de 74 obras, repartidas entre los espacios de los tres niveles del edificio de la Fundació, de las cuales 56 pertenecen a la colección de la familia Tàpies, una a la Fundació Antoni Tàpies (1/2, 2003, pintura y barniz sobre madera) y las otras 18, a diferentes prestadores particulares de Portugal, Bélgica, Estados Unidos, Finlandia, Italia, y varios puntos de España (Amposta, Barcelona, Madrid, Huesca, etc.) . Entre estos prestadores se incluyen también los galeristas de Antoni Tàpies, como la Galerie Lelong de París, la Waddington Custot de Londres o The Pace Gallery de Nueva York.
Tàpies estuvo siempre interesado por la temática del cuerpo debido a los problemas que tuvo durante la inmediata posguerra, cuando sufrió un grave ataque de taquicardia y una importante afección pulmonar. La cuestión influyó mucho en su evolución como artista, porque desde sus primeros autorretratos a lápiz sobre papel su obra es una exploración de la representación del cuerpo. Durante esta larga enfermedad experimentó una autocontemplación del funcionamiento del cuerpo y el espíritu, para alcanzar el ’hecho bruto de la presencia del ser’. Desde las obras de juventud hasta las obras más recientes, la existencia misma, mediante la percepción interna del ser, ya recorre la experiencia del artista en el momento de hacer.
Experiencia sensorial
Las obras más recientes condensan la brutalidad y la figuración directa de los inicios, inscritas entre movimientos de apaciguamiento. Sin rechazar la tensión entre lo trazado y la materia, una tensión inseparable en la práctica, Antoni Tàpies construye una obra que altera la mirada pero que también está obsesionada con la materialidad («la pastosidad», como él dice) del trabajo de pintor. La materia es espesa, es carne, se puede rascar, agujerear y abrir; se viste y se desnuda.
Antoni Tàpies. Cabeza brazos piernas cuerpo propone una experiencia sensorial del objeto y de la exposición. El hecho de que el espectador pueda dar la vuelta alrededor de algunas de las obras, sentir su peso, su grosor y materialidad, poder estar a su lado y detrás, le invita a usar su propia presencia física en el momento de ver. Los visitantes pasan de los enfrentamientos brutales y monumentales con las obras sobre madera, alzadas frente a ellos, a una relación más delicada con las obras sobre papel.
Ritual establecido
La materialidad de la pintura es también la del dibujo. Mediante la escritura, los frottages, las huellas y el ritmo del gesto, Tàpies transforma la naturaleza misma del papel. El dibujo, para él, hace más próxima una cohabitación cotidiana hecha de meditación. Un ritmo íntimo marcado por el vocabulario recurrente del artista: cruces, signos matemáticos, cráneos, sexos, fragmentos de cuerpos…
Las obras seleccionadas son el testimonio de un ritual establecido por la condición de un artista que envejece, limitado por el cuerpo y los sentidos pero impulsado por un incesante deseo de trabajar. Tàpies y su obra se debaten con su propia historia, estableciendo un relato de su relación con el mundo y con su cuerpo en el que reencuentra los tormentos de las cuestiones fundamentales.
Barcelona. Antoni Tàpies. Cabeza brazos piernas cuerpo. Fundació Antonio Tàpies.
Del 22 de junio al 4 de noviembre de 2012.
Comisarios: Laurence Rassel y Miquel Tàpies.
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