La muestra, que cuenta con más de 150 piezas, abarca cronológicamente su dilatada carrera, desde el jarrón llamado Claro de Luna (1927) –considerado por el mismo autor su ‘obra maestra’– hasta las últimas piezas horneadas a principios de los años setenta, abarcando su fructífera colaboración con artistas como Raoul Dufy o Joan Miró.
Bajo el impulso del espíritu noucentista en que se formó y del resurgimiento de la cerámica en Francia, y fascinado por la gran cerámica de la dinastía Song, a finales de los años veinte, Artigas fue uno de los principales renovadores del arte cerámico occidental, suprimiendo completamente la decoración figurativa de los jarrones y centrándose en la investigación de la calidad del esmalte.
Depuración formal
Con una depuración formal y un rigor extraordinarios, Artigas rehabilitó la milenaria técnica de la cerámica de torno, que en Occidente había quedado relegada al ámbito de las artes aplicadas, y la elevó al nivel del gran arte de la cerámica oriental (china, japonesa y coreana), hasta el punto de conseguir que al inicio de los años treinta, por primera vez, museos de arte como el Metropolitan de Nueva York o el Museo de Arte Moderno de Barcelona adquiriesen piezas de cerámica contemporánea.
Su obra, cocida lentamente a fuego de leña –que para él era la base del oficio– se caracteriza por la sencillez de unas formas herederas de la tradición, trabajadas con la humildad del artesano, y por la sutileza de unos esmaltes, profundos y luminosos, que expresan el alma del artista. Artigas elaboró una cerámica de autor en la que cada pieza es una obra única.
Barcelona. Artigas. El hombre de fuego. Sala de exposiciones de La Pedrera.
Del 17 de abril al 2 de septiembre de 2012.