El cuadro, cuyo encargo está bien documentado, venía asignándose a un artista desconocido del taller de Mengs. Las similitudes estilísticas existentes con los paisajes de los cartones para tapices pintados por Goya en esas mismas fechas, así como las actividades que en aquellos momentos tenían ocupados a los otros discípulos de Mengs, han llevado a Jordán de Urríes a asignar la pintura al genio aragonés, quien muy probablemente trabajaba por entonces como ayudante de Mengs en el fresco de La apoteosis de Trajano en el Palacio Real de Madrid.

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