La muestra reúne una iconografía diversa, con más de 400 piezas, entre fotografías, dibujos, revistas, cómics, carteles, entrevistas y extractos de filmes, algunos de ellos inéditos hasta ahora. Todo ello con el doble objetivo de poner de relieve los mecanismos de la creación felliniana y explicar todo su cine a partir de una nueva mirada, abordando de una forma más amplia el siglo XX, el siglo del cine, de la prensa, de la televisión y de la publicidad: la fábrica de las imágenes. Esta exposición ha contado con la colaboración de la Fondation Fellini pour le cinéma (Sion), la Fondazione Federico Fellini (Rímini) y la Cineteca di Bologna, y se podrá ver en Barcelona hasta el 13 de junio.
Federico Fellini. El circo de las ilusiones se articula en torno a cuatro grandes ámbitos, que presentan a Fellini a través de sus distintas obsesiones y sus fuentes de inspiración como materia prima de su proceso creativo. Así, no se trata de una muestra estrictamente cronológica, ni filmográfica, y se ha optado por abordar de forma amplia los temas propios del siglo XX desde una óptica felliniana.
Artífice de la modernidad
Considerado uno de los artífices de la modernidad cinematográfica, Federico Fellini (Rímini, 1920 – Roma, 1993) altera en su obra las reglas de la narración, deconstruye el relato y reconcibe el cine con absoluta libertad. Su filmografía constituye un mundo particular, privado y personal, de imágenes líricas y poéticas, erigiéndose en una valiente defensa de la imaginación como categoría cognoscitiva y comprensiva válida.
A los diecinueve años, Federico Fellini abandonaba Rímini para partir a la conquista de Roma. Inició su carrera trabajando como caricaturista para diversos periódicos satíricos, pero no tardó en lanzarse a escribir y, en la década de 1940, colaboró en la redacción de numerosos guiones de películas. Por ejemplo, trabajó junto a su amigo Roberto Rossellini en Roma, ciudad abierta (1945) antes de debutar como director con Luces de variedades (1950).
Libre ante todo
Algunos años más tarde, lograría el reconocimiento internacional gracias al Óscar que obtuvo por La strada (1954). A los cuarenta años, Fellini provocó una gran polémica con La dolce vita (1960). La Iglesia, que hasta entonces le había apoyado (considerándole incluso un cineasta católico), se indignó al estrenarse el filme, que tachó de decadente y blasfemo.
Fellini continuó su carrera de forma totalmente libre, al margen de las tendencias. Alteró las reglas de la narración, deconstruyó el relato, reinterpretó el cine. La película 8 ½ (1963) supuso un nuevo giro: sus cuestionamientos sobre la creación y su reflexión sobre el cine le llevaron a superar las fronteras de lo real para explorar el mundo de lo imaginario. Los recuerdos de infancia, el inconsciente y los sueños empezaron a tomar relevancia en su obra. Su biografía continuó siendo uno de sus temas recurrentes, pero a partir de ahí no dudó en interpretar su propio papel (Apuntes de un director, Los clowns, Roma, Entrevista).
Barcelona. Federico Fellini. El circo de las ilusiones. CaixaForum Barcelona.
Hasta el 13 de junio de 2010.
Comisario: Sam Stourdzé.