La inquietud creativa de este artista rompe las barreras de los géneros convencionales. Su experimentación en las técnicas se adentra por diferentes materiales y soportes. Sus pinturas desprenden voluptuosidad, gusto por los mitos, la magia y por el inconsciente. Según el mismo Franco, «en esta exposición muestro una serie de trabajos realizados en estos últimos años. La elección de los temas aparentes fue inconsciente y su desarrollo ha ido parejo a la búsqueda de un soporte que admita la unión de diversas técnicas pictóricas manuales, serigráficas y calcográficas. También la fotografía, el uso del scanner y la impresión digital. Es decir los pinceles, la paleta, el dibujo, la aplicación serigráfica del color y los pigmentos minerales de la impresión digital así como el uso del ordenador y más».
Porque, para el artista, «el original está considerado como una versión aún inexistente, el cual se abre paso a medida que el suceso en el plano concentra toda la atención. El fácil acceso al negativo y al mundo cromático del negro que facilita el ordenador permite una puesta al día del color como símbolo. La coexistencia de la dualidad simultanea del día y la noche, pasado y futuro, recuerdo y previsión. El presente está representado por el propio soporte que, objetualizado al margen de las técnicas pictóricas, permite el encuentro de formas de percepción diferentes. Las texturas liberadas también y consideradas como percepción-expresión entran a formar parte de un lenguaje donde no todo es homologable». Para Franco, esa «cualidad de la pintura sería penoso que desapareciera a cambio del brillo uniforme y del acabado elegante que parece colmar exclusivamente el buen gusto de tantos».
Carlos Franco comenzó a exponer su obra individualmente en Pamplona en la década de los setenta (Sala Doncel, 1971) e inmediatamente en la Galería Amadís de Madrid, ciudad en la que su presencia se convierte en constante. En ese momento, en la capital surge un grupo de jóvenes artistas, la figuración madrileña de los años setenta, que regresan a la expresión figurativa, enfrentándose al informalismo representado por el grupo El Paso, desaparecido en la década anterior. En 1989 se le adjudica el concurso para la realización de las pinturas murales de la Real Casa de la Panadería (Plaza Mayor, Madrid). Ya anteriormente había realizado las ilustraciones en grabado para La Eneida de Virgilio (Turner, 1988). En 1995 presenta una colección de esculturas en hierro forjado y chapa de hierro cortada con láser para la firma Loewe Hnos., expuestas en todos los escaparates de sus tiendas españolas durante el año 1996. En el año 2003 tiene lugar su primera exposición en la galería Marlborough (Madrid). En 2004 pudo contemplarse su obra en una muestra itinerante organizada por Seacex en el Museo del Canal Interoceánico (Panamá), Centro Cultural de España (Cartagena, Colombia), Museo Oscar Niemeyer (Curitiba, Brasil), Sala de Exposiciones del BBVA (San José, Costa Rica) y Centro Caixa Económica Federal (Salvador de Bahía, Brasil). Al año siguiente su exposición Dos riveras, misma agua se inaugura en la galería Marlborough. Su obra se encuentra en numerosas colecciones y museos, entre los que podríamos citar La Caixa, Instituto de Empresa, Fundación ICO, Museo de Vitoria, Banco Hipotecario, Tándem DDM, Banco Europeo de Inversiones, Fundación Loewe, Argentaria, Fundación Mapfre, Comité Olímpico Internacional, MNCARS (Madrid), Colección Municipal de Arte Contemporáneo (Madrid), Tándem DDM, etc. |
Madrid. Carlos Franco. Galería Marlborough [1].
Del 15 de septiembre al 22 de octubre de 2011.