El retrato es uno de los géneros más desarrollados de las artes visuales, que desde sus orígenes en la Antigüedad ha contado con un desarrollo propio y ha ejercido una influencia constante en la historia del arte.
La representación de la individualidad de una persona y su perdurabilidad en el tiempo ha sido siempre una cuestión de vital importancia para el ser humano. No obstante, no siempre se ha entendido de la misma manera. Cuestiones como el parecido físico, el reflejo del poder que ostentaron, la clase social a la que pertenecieron o la psicología del retratado han variado mucho a lo largo de los cinco siglos que transita esta exposición.
Paso del tiempo
No cuentan lo mismo los retratos clásicos que los modernos. La presencia del artista se ha ido imponiendo cada vez más sobre la imagen del retratado; la presencia de éste último se ha ido abstrayendo poco a poco hasta convertirse en un mero retrato de la concepción estética del arte. De la mano de sus grandes representantes de este género, Fundación Mapfre brinda la ocasión de recorrer estos cinco siglos y percibir claramente la evolución vivida en la concepción del retrato.
La exposición se organiza en dos grupos articulados cronológica y conceptualmente: los retratos de solemnidad (abarca obras desde el siglo XVI hasta la primera mitad del siglo XIX) y los retratos modernos (segunda mitad del siglo XIX y primera del XX). La articulación entre ellos produce un punto de reflexión no sólo sobre los caminos del arte a lo largo de estos cuatro siglos, sino también acerca de los avatares de la identidad durante este mismo período.
De retrato en retrato
Entre los primeros lienzos de esta exposición, son ejemplares los retratos de Velázquez, Goya, Van Dyck o Franz Hals: los retratados se hallan sobre fondo neutro y se muestran en poses hieráticas, altivas, imponentes, aparecen de cuerpo entero o de medio cuerpo. Se ha congelado en ellos todo movimiento físico y psíquico. Son retratos de personas, están individualizadas, pero también son símbolos de algo más: del poder que ostentaron. En cierto sentido son atemporales, a pesar de que los ropajes, los atributos los sitúan en un lugar y una época determinados.
Los retratos modernos reflejan la individualidad de la persona, más que lo que representan, las muestran a ellas mismas y no el poder que tengan o al grupo social al que pertenezcan. No obstante predomina una sensación de extrañeza. El rostro está velado por una máscara, impuesta por el artista, tras la que se oculta el retratado.
El parecido fisiognómico ya no es un aspecto deseado y buscado. La modernidad rompe con el principio de congelación de la vida psíquica y corporal e introduce el movimiento. En los retratos realizados por Cezanne, Modigliani o Picasso, entre otros, el observador se enfrenta a las imágenes del Otro que le devuelven una imagen de sí mismo.
Madrid. Mirar y ser visto. El retrato europeo en la colección del MASP. Fundación Mapfre [1].
Del 6 de octubre al 20 de diciembre de 2009.