«Al término de las labores de restauración, la superficie visitable aumentará del 25%», aseguró el comisario para la áreas arqueológicas de Roma y Ostia Antigua, Roberto Cecchi, durante una conferencia de prensa celebrada en el mismo monumento. «Se abrirán en total ocho zonas de obras, tres al mismo tiempo», precisó. Durante las obras de restauración, el monumento permanecerá abierto para los visitantes.
Sin publicidad
«El Coliseo es de todos los italianos, no vamos permitir que sea desfigurado con pancartas publicitarias», aseguró por su parte Della Valle. «No hay nada comercial en ésto. Es una operación de carácter social», declaró el empresario del calzado de lujo, quien reiteró que, durante la restauración, el monumento no será empleado para publicidad, un tema que había suscitado una fuerte polémica en Roma.
El anfiteatro romano, construido en el siglo I, es visitado por 5 a 6 millones de personas al año en vez del millón de hace diez años, subrayaron las autoridades, que se quejan de la falta de personal y medios financieros para mantener el edificio en un adecuado estado de conservación.
500 años en uso
El plan viene a cubrir exactamente el vacío que deja la inacción del Ministerio de Cultura italiano, en el ojo del huracán por los amplios recortes que le ha impuesto el Gobierno de Berlusconi.
El emperador romano Tito Flavio Vespasiano encargó la construcción del Coliseo (Colosseum en latín), el mayor anfiteatro romano, en el año 72 d.C. El emperador, que cambió completamente la política imperial especialmente a través de reformas financieras que acabaron con el sistema despótico que había dominado el periodo de la dinastía julio-claudia –especialmente bajo Calígula y Nerón– fue también el primero de un origen hasta cierto punto «humilde». Vespasiano nació en el territorio de Sabina, al norte de Roma, era descendiente de un banquero y ascendió al poder aclamado por sus soldados, después de la exitosa campaña contra los judíos, en 66 d.C.
Edificio por excelencia
Sus primeras medidas pretendieron ganarse al pueblo, devolviendo a la ciudad espacios que Nerón había ocupado con su residencia privada, la Domus Aurea. En estos terrenos los emperadores Flavios crearon unas termas, drenaron el lago artificial de la Domus Aurea y construyeron en su lugar el edificio popular por excelencia de la antigüedad romana: un anfiteatro. Pero aunque Vespasiano lo encargó, nunca pudo verlo completado, y fue su hijo Tito quien inauguró el Anfiteatro Flavio –más conocido como Coliseo–, en el 80 d.C., con cien días y cien noches de juegos en los que se mataron más de 5.000 animales.
El edificio se utilizó durante casi 500 años, celebrándose los últimos juegos de la historia en el siglo VI, bastante más tarde de la tradicional fecha de la caída del Imperio Romano de Occidente en el 476 d.C.
En la antigüedad, el Coliseo poseía un aforo para 50.000 espectadores, con ochenta filas de gradas. Los que estaban cerca de la arena eran el Emperador y los senadores, y a medida que se ascendía se situaban los estratos inferiores de la sociedad.