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Cultura restaura tres manuscritos históricos

El primero de ellos es la Crónica troyana bilingüe, un códice del siglo XIV escrito en castellano y gallego compuesto por 219 folios de pergamino y papel. Está escrito a dos columnas, con letras capitales adornadas y ocho miniaturas en color. Un ejemplar en castellano de esta obra, al parecer de fecha anterior, se conserva en la Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial y otro manuscrito, enteramente en lengua gallega, en la Biblioteca Nacional de España.

Lope y Quevedo

El segundo es una de las obras teatrales más conocidas de Lope de Vega (1562-1635) en el género de la comedia de enredo, Los melindres de Belisa, al que Menéndez Pelayo dedicó un profundo estudio en seis volúmenes.

Finalmente, el tercer y último ejemplar es un manuscrito autógrafo de Francisco de Quevedo (1580-1645) formado por 146 folios numerados y titulado La virtud militante contra las cuatro pestes del mundo, Envidia, Ingratitud, Soberbia y Avaricia. Se trata de una obra de significativa relevancia dentro del conjunto de tratados ascéticos y morales de Quevedo, que en opinión de los expertos constituiría la versión final del autor, fruto de un meditado proceso de elaboración, como puede apreciarse por las numerosas tachaduras y correcciones que presenta.

Restauración individualizada

El proceso de restauración se determinará de forma individualizada para cada obra en función de las patologías que presentan. En el caso del códice, el análisis previo ha puesto de manifiesto la existencia de suciedad en la superficie, así como deformaciones, arrugas, desgarros y faltas de soporte localizadas, además de cierta decoloración de las tintas. Además, son visibles diversos injertos antiguos fruto de alguna intervención anterior.

En cuanto a los dos manuscritos del Siglo de Oro, realizados en papel, su estado de conservación no es especialmente malo, aunque presentan un problema de oxidación de las tintas, llegando en algunas zonas incluso a perforar el soporte. Destacan también las manchas como consecuencia de la humedad -en el manuscrito de Lope de Vega- y las grietas y desgarros en la zona de los cortes de las hojas -sobre todo en el de Quevedo.

A pesar de su inmensa obra, lo que Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912) más estimaba era su biblioteca, "obra de mi paciente esfuerzo, única obra mía de la que me encuentro medianamente satisfecho", que cuenta con cerca de 42.000 volúmenes entre textos impresos y manuscritos.