Así presentó Soler Serrano en una entrevista muy fácil de encontrar a aquel niño precoz y artista prolífico que vivió entre 1904 y 1989 y cuya actividad artística y, sobre todo, controvertida personalidad le convirtieron en una figura inolvidable de historia del arte español. Genio, actor, figura, si cabe, Dalí fue el máximo representante de la que, posiblemente, sea la única vanguardia que aportó España al contexto artístico internacional de la primera mitad del siglo XX, el surrealismo español.

No fue el mejor artista de su época, ni mucho menos, pero sí el mejor informado, cualidad que le sirvió para convertirse en uno de los autores más reconocidos, sobre todo al final de su vida, momento en el que supo combinar a la perfección entre sus más sinceras influencias artísticas los restos que permanecieron en su interior de sus coqueteos con el surrealismo, cierto divisionismo, un particular ilusionismo óptico y hasta con el arte pop.  

Los relojes blandos de Dalí

¿Quién no conoce La persistencia de la memoria de Dalí? Ese paisaje dorado, metafísico, en el que muchos han querido reconocer la costa catalana, donde el tiempo pierde su razón de ser, se dobla y se deshace; ese melancólico crepúsculo en el que se agrieta nuestro juicio, lo que es duro se vuelve blando, lo que es fuerte, delicado, y lo poderoso, débil.

Algo tan corriente y habitual en nuestro día a día, que controla nuestra existencia, se descontrola, se rompe, deja de servir, abandonándonos aislados e indefensos en un mundo desconocido. Una reflexión del paso del tiempo en una obra donde lo fantástico se vuelve meticulosamente verosímil.

Un movimiento surrealista

La persistencia de la memoria es una obra icónica realizada en 1931. Dalí había sido expulsado definitivamente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid por su insolencia ante los profesores, a quienes no consideraba aptos para juzgar su talento, y se había marchado a París, donde había irrumpido en el mundo de los surrealistas, entrando en contacto con figuras asociadas al movimiento como Breton, Ernst, Miró, Tzara y Eluard -este último, cónyuge de Helena Ivanovna Diakonova, más tarde conocida como Gala, a la que Dalí seduciría, quitándosela de las manos a Eluard.

Dalí se convirtió uno de los principales representantes de este movimiento que nació en Francia tras la Primera Guerra Mundial y que abarcaba distintos ámbitos artísticos: la literatura, el teatro, y las artes plásticas, cuyo único fin era el de liberar lo mas recóndito del ser humano: el inconsciente. Su influencia fue fundamental, tanto en el ámbito teórico como en el práctico, sobre todo tras la realización de Un perro andaluz, fruto de la colaboración con Buñuel, obra de vanguardia que amplió los lÍmites del movimiento llevándolo también al cine.

Sin embargo, las  primeras discrepancias dentro del grupo no se hicieron esperar y Dalí fue expulsado en 1934, acusado de tener un único interés: el dinero, a lo que él  responderá con la célebre sentencia: “La única diferencia que hay entre los Surrealistas y yo es que yo soy un surrealista”.

El método paranoico-crítico

El impacto de Sigmud Freud y sus teorías es esencial en la obra de Dalí, comenzándose a notar en sus primeros cuadros surrealistas realizados en 1927, en los que ya se enfrentan el instinto y la razón. Su gran aportación será el método paranoico crítico, una técnica experimental mediante la cual el artista se autoinducía alucinaciones propias de la paranoia para crear sus obras.

Este nuevo sistema lo aplicará también a obras del pasado, como el famoso Ángelus de Millet, en la que presenta una realidad alterada, una nueva verdad. Ésta fue una de las aportaciones más trascendentales del método, la posibilidad de variar la realidad, multiplicar su significados de forma ilimitada, como podemos, por ejemplo, apreciar en el retrato de Mae West, cuyo rostro está a su vez convertido en un apartamento.

Sorprendentemente, todas estas imágenes de talante onírico, complejo e irracional, están siempre realizadas con una asombrosa minuciosidad.

La llegada del éxito

Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Dalí marchó a Estados Unidos donde permaneció hasta 1949, a excepción de alguna visita a Europa. Fue su época dorada. Allí escribió guiones para los hermanos Marx, diseñó moda para Esla Schiaparelli, además de joyas, apartamentos y escenarios para obras de teatro.

En 1941 realizó su primera exposición retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) y cinco años más tarde planeaba Destino para Walt Disney, diseñaba escenas para Alfred Hitchcock, además de colaborar con la revista Vogue.

No obstante, a su vez, este genio de talento inagotable tuvo también tiempo para dedicarse a la pintura realizando obras como El rostro de la guerra que denunciaba los horribles acontecimientos que se desarrollaban al otro lado del Atlántico.

 

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