Se hace una excepción, sin embargo, con Gaudí, cuya presencia es indispensable en la apreciación del Modernismo; de ahí que la exposición preste una atención especial a Julio González y Joan González, y analiza temáticas tales como Casas y Rusiñol, pintores de la vida moderna; el Simbolismo en Cataluña; el fenómeno Gaudí; Mir y Anglada Camarasa; Nonell y el Miserabilismo; Picasso y la comunidad catalana en París; la inflexión clasicista y el final del Modernismo.
Modernismo clave
Las 125 obras que reúne la muestra proceden de diversos museos, fundaciones, entidades públicas y privadas, y coleccionistas particulares, como el MNAC, Museo Picasso, Museo de Monserrat, Real Càtedra Gaudí de la UPC; Fundació Caixa Catalunya; Junta Constructora del Temple de la Sagrada Familia; Colección Masaveu, Colección Cau Ferrat de Sitges, Fundación Francisco Godia, Museo Reina Sofía, Colección Thyssen-Bornemisza, El Prado, y el IVAM, entre otros. El catálogo de la exposición reproduce las obras expuestas y publica textos de Daniel Giralt-Miracle, Francesc Fontbona, Mercé Doñate, Marilyn McCully, Tomas Llorens y Boye Llorens.
El Modernismo catalán fue un episodio corto de la historia cultural: su vigencia plena cubrió unos veinte años, desde mediados de la década de 1880 hasta mediados o finales de la primera década del siglo XX. Y fue un episodio intenso, que dejó una marca profunda en la memoria colectiva y quedó registrado en todos los relatos de la historia cultural española y catalana de la era contemporánea, sin duda una de las razones encuentra en su asociación con el nombre de dos creadores de fama universal, Gaudí y Picasso.
La importancia de la arquitectura y de las artes decorativas para la imagen del Modernismo es una consecuencia natural del carácter de las transformaciones económicas y sociales de la época en que se produjo. El desarrollo urbano de Barcelona tuvo un peso decisivo en la génesis del movimiento, condicionó su marco sociocultural y aportó muchos de sus contenidos. La sociedad catalana, que se industrializó en la segunda mitad del siglo XIX, sobre todo en la época de la Restauración, fue una condición y un factor fundamental de ese proceso por el papel creciente de la ciudad como centro nacional e internacional de comercio y comunicaciones, y por la atracción que la ciudad ejercía sobre una mano de obra, que afluía a ella desde el resto de España y sin la cual el crecimiento industrial no hubiera sido posible.
Segunda generación
Con la segunda generación, se aborda en la exposición la influencia de la corriente espiritualista en el desarrollo del Modernismo. Asociada en parte a la actividad del Cercle Artístic Sant Lluc, al que perteneció Gaudí, esta tendencia renegó del progresismo materialista y el positivismo que inspiro los inicios de la Belle Epoque y empleó los recursos del Simbolismo, que se extendía desde el norte de Europa, para forjar la imagen más distintiva del Modernismo.
La tercera y última etapa del modernismo estuvo protagonizada por artistas jóvenes (Mir, Anglada, González, Sunyer, Nonell, Picasso…), una generación que maduró, avanzado el siglo XX, adoptando unas posiciones en las que no se aprecia ya ningún rastro del entusiasmo decimonónico por la vida moderna que había marcado los inicios del movimiento modernista. El Modernismo podría abordarse como la expresión de una crisis social que marcó la vida social, no sólo europea, sino también, y de modo particular y con rasgos diferenciadores, española y catalana.
En torno a Picasso
El entusiasmo modernista se disipó rápidamente en Barcelona a lo largo de la primera década del siglo XX. Este declive preside la trayectoria de los artistas de la segunda generación modernista y marca sus eventuales y futuras aportaciones a las vanguardias del siglo XX. La gran figura emergente de esos años es sin duda Picasso. En torno a él se congregan otros jóvenes artistas como Hugué, Canals, Sunyer o los hermanos Joan y Julio González, residentes todos ellos en París, a los que en los medios artísticos de la capital francesa se conoce como “la bande catalane”.
El último gran pintor modernista fue Nonell. Compañero de generación de Picasso y Julio González, su obra representa la manifestación mas clara del Miserabilismo, con un lenguaje sintético que se despliega en paralelo con el primer expresionismo europeo. Esta temática miserabilista se extiende entre otros artistas y tiene una importancia fundamental para la época azul que contribuiría a inscribir a Picasso en las vanguardias.
La finalizar la primera década del siglo XX surgiría un cambio profundo de sensibilidad, que se orientaba hacia el clasicismo y constituyó una ruptura clara con el Modernismo. Este giro supondrá la substitución del Modernismo por el Noucentisme como tendencia dominante en la cultura catalana durante los primeros años de la segunda década del siglo XX.
Valencia. De Gaudí a Picasso. IVAM (Instituto Valenciano de Arte Moderno).
Del 15 de marzo al 27 de junio de 2010.