Estábamos en crisis en 1961 cuando Rafael Azcona y Luis García Berlanga estrenaron Plácido y fueron candidatos al Oscar. ¿Se acuerdan de Plácido? Era ese pobre hombre interpretado por Cassen que acompañado de Elvira Quintillá, José Luis López Vázquez, Amparo Soler Leal y, por supuesto, Manolito Alexandre, una Nochebuena recorría Madrid con un motocarro desesperado porque le vencía la letra y no quería que le embargaran su único medio de subsistencia.
También estábamos en crisis en 1978 cuando La escopeta nacional. Y en crisis estábamos naturalmente en el 85, cuando La vaquilla, y en el 93, después de la Expo y las Olimpiadas, cuando ganamos un Oscar con Belle Epoque, todas escritas por el gran Rafael Azcona.
Y es que si algo nos demostraron Rafael Azcona y Berlanga y Fernán Gómez y tantos otros grandes genios del cine español, es que se puede hacer del retrato de nuestras dificultades las mejores comedias y los más emocionantes dramas.Nosotros, los del cine, no somos una excepción. Al contrario, nosotros estamos más acostumbrados a la crisis… Según dicen, siempre hemos estado en crisis
Una pelea constante
Pero ante todo nos enseñaron que hay que seguir peleando. Peleando para que las descargas ilegales no nos hagan desaparecer, para que nuestros administradores comprendan que en el negocio de la red no pueden ganar sólo las operadoras de adsl, mientras quienes proporcionamos los contenidos, perdemos. Peleando para fomentar la venta y alquiler de películas por internet de manera justa, cómoda y ventajosa para el usuario. Hay miles de puestos de trabajo en juego.
Pero sobre todo, pelear para no perder la fe en el futuro. Porque no se puede vivir sólo de fe, pero sin fe difícilmente se puede vivir la vida.
Y es que los del cine tenemos una ventaja: nuestro oficio consiste en compartir vidas, emociones. Inventamos y construimos historias para que el público vuele, sueñe, viaje, ponga en marcha el mecanismo de la fantasía y se olvide por un rato de las dificultades de la vida cotidiana y quizá, mediante las emociones sentidas, intuya algunas soluciones o al menos comprenda que no estamos tan solos.
Por ello desde la Academia, como punto de encuentro de todos nuestros oficios y especialidades, como casa común de las piezas que conforman el complejo puzzle del cine, quiero invitarles hoy, esta noche aquí a no perder la fe, a confiar en el poder de nuestro trabajo, y quiero animar a directores, guionistas, productores, actores, fotógrafos, maquilladores, vestuaristas, iluminadores, sonidistas, maquinistas, decoradores, atrecistas, regidores… a que continúen creando las historias más hermosas, sin miedo, sin límites. Y a que disfruten mucho haciéndolas.
Y a ustedes, nuestros cómplices, los compañeros de viaje, los espectadores, todo nuestro agradecimiento por estar ahí siempre y la promesa de que pondremos todo nuestro esfuerzo colectivo por hacerles la vida un poco mejor como antes hicieron nuestros maestros.
MUCHAS GRACIAS Y BUENAS NOCHES.