La gran apuesta expositiva del Museo de Bellas Artes para esta primavera está integrada por 171 pinturas y una pequeña selección de esculturas y platería, que forman el altar que habitualmente monta el matrimonio Bellver en la puerta de su domicilio con motivo de la procesión del Corpus Christi. Las obras tienen una cronología que abarca desde 1830 hasta 1950.
Españoles y extranjeros
Aunque los pintores son fundamentalmente sevillanos, también hay artistas del resto de España y extranjeros, que tienen en común haber escogido Andalucía como temática de sus pinturas. El resultado es un conjunto expositivo de gran coherencia que muestra la evolución de la imagen de Andalucía y de lo andaluz durante estos siglos, arquetipo que evoluciona a la par que la técnica artística.
La exposición, que ha contado el patrocinio de CajaSol, se articula así en una serie de secciones temáticas que explican los principales rasgos que definen la pintura en ese momento: ‘Los pintores viajeros’, ‘Costumbrismo romántico’, ‘Pintores andaluces en Italia’, ‘La huella de los maestros’, ‘La pervivencia del costumbrismo’, ‘Paisajes y vistas’ y ‘Hacia una nueva sensibilidad’.
La exposición presenta además un singular montaje, ya que las obras se exhiben en las salas del Museo de Bellas Artes de modo similar a como están dispuestas en su medio habitual, el ámbito privado para el que fueron creadas. El montaje pretende recrear por tanto la visión de las estancias interiores de los coleccionistas del siglo XIX, tal y como pudo verse en Europa y Estados Unidos.
Nace la pintura romántica
En la primera de las áreas se aborda la llegada en torno a 1830 de numerosos artistas a Andalucía, fundamentalmente ingleses y franceses, que marcaron el nacimiento de la pintura romántica en España y la extensión del gusto de lo castizo andaluz por toda Europa. Aquí se exhiben lienzos como El viejo bandolero, de Robert Kemm, que sirve de imagen de la exposición, o Escena galante en Sevilla, de John Philip.
La segunda sección, ‘Costumbrismo romántico’, reúne pinturas realizadas durante el segundo tercio del siglo XIX por pintores locales como Domínguez Bécquer, Cabral Bejarano, Cortés Aguilar o Federico M. Eder. Los temas tratados son los que han quedado en el imaginario como característicos del romanticismo en Andalucía: calles y patios, majos y bandoleros, escenas de cante y baile, etc.
Durante la segunda mitad del siglo XIX varios pintores de la Escuela Sevillana se trasladaron a Italia atraídos por el peso artístico de Roma y por las nuevas becas gubernamentales que recibían durante su estancia. En este tercer apartado, denominado ‘Pintores andaluces en Italia’, se presentan obras como El embarcadero de la Salute, de José Villegas Cordero, y Canal de Venecia con el campanile de Santa Fosca, de Rafael Senet Pérez.
Tradición barroca
La sección ‘La huella de los maestros’ muestra cómo las aportaciones realizadas por la pintura romántica no hicieron desaparecer la huella de la tradición pictórica, sobre todo del estilo barroco español y, en particular, del cultivado por Murillo. En Sevilla, los artistas que copiaban o imitaban al gran maestro sevillano se aseguraban así una segura fuente de ingresos.
Niños vagabundos o en escenas populares y picarescas, ancianos empobrecidos, Inmaculadas o santos seguían pintándose sin cesar, tanto para decorar iglesias como viviendas. También seguía cultivándose el bodegón y las escenas conventuales, lo que evidencia la influencia de Zurbarán. En este apartado se exponen cuadros como Niños jugando a ser médicos, de Antonio María Esquivel, y Maestra de novicias, de Alfonso Grosso.
La temática del costumbrismo romántico continúa, pero perfeccionada desde el punto de vista técnico. Además, las pinturas se convierten en descripciones más detalladas de interiores, escenas y personajes. En esta sección, llamada ‘La pervivencia del costumbrismo’, se presentan obras como La despedida del soldado, de Nicolás Jiménez Alpériz, y Nazareno, dame un caramelo, de José García Ramos.
El paisaje
A finales del siglo XIX el paisaje se desarrolla como género independiente. Las vistas de la ciudad de Sevilla y sus alrededores, especialmente el río y Alcalá de Guadaira, se convierten en motivos temáticos recurrentes de la Escuela Sevillana. Este apartado, ‘Paisajes y vistas’, reúne obras de Sánchez Perrier, García Rodríguez y Pinelo, entre otros autores.
Por último, la sección ‘Hacia una nueva sensibilidad’ muestra cómo a través de pintores como Gonzalo Bilbao, López Cabrera o Romero Ressendi llegan los ecos de los nuevos movimientos desarrollados en París. El moderado avance de las vanguardias en Cataluña y el País Vasco se deja sentir entre los pintores andaluces.
Sevilla. Imágenes y mitos en la pintura andaluza. Museo de Bellas Artes [1].
Del 9 de marzo al 29 de mayo de 2011.