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El Chillida-Leku echa el cierre

«Hemos llamado esta mañana al Gobierno vasco para comunicarles nuestra decisión de no seguir en conversaciones. Entendemos que la nueva propuesta que nos mandaron no contempla las cuestiones básicas que desde un principio planteamos», ha explicado. «No podemos mantener el centro abierto al público, pero seguiremos cumpliendo con nuestro deber de universalizar la obra de nuestro padre», añadió Luis Chillida.

80 millones de euros

Hace aproximadamente 10 días, los Chillida recibieron una propuesta en la que las dos instituciones vascas ofrecían adquirir la obra de Eduardo Chillida y los terrenos de Hernani por aproximadamente 80 millones de euros.

El Gobierno vasco y la Diputación, que anunciaron una comparecencia para la próxima semana, mostraron su sorpresa por el anuncio y lamentaron «la forma desleal» en la que la familia ha anunciado el cierre comunicándoselo a los medios de comunicación «sin informar antes a las partes implicadas en la negociación».

Chillida-Leku [1] era el primer museo de arte de Guipúzcoa en número de visitantes (810.000 desde su apertura) y figuraba entre los cuatro primeros del País Vasco.

La consecución de un sueño

Este museo era la consecución de un sueño durante años anhelado por el autor: crear un espacio a la medida de su obra donde esta pudiera ser permanentemente expuesta. Este museo monográfico era fiel muestra de su evolución y trayectoria escultórica durante 50 años. Un espacio escultórico en sí mismo, una obra más del autor donde se plasma de modo perfecto su visión de la forma, el espacio y el tiempo acumulado. Las preguntas de Chillida se convierten en respuestas en el recorrido del visitante.

El recinto consta de tres áreas definidas. El jardín de 12 hectáreas dominado por hayas, robles y magnolios en el que se encuentran más de 40 esculturas. La zona de servicios, dotada de un auditorio donde poder ver imágenes del artista en su trabajo, una zona de descanso y una tienda. Y, por último, como pieza central del museo, el caserío Zabalaga que alberga las obras de menor formato realizadas en acero corten, alabastro, granito, terracota, yeso, madera o papel.

Historia del lugar

En 1983, Eduardo Chillida y su mujer Pilar Belzunce visitan por primera vez la finca de Zabalaga sorprendidos desde el primer momento por la magnitud del caserío de 1543 que da nombre a la finca. En 1984, los Chillida-Belzunce compran una parte de la finca que incluía el caserío en ruinas. Se trataba de un lugar ideal para albergar sus esculturas durante el proceso último de oxidación del material. Una vez terminado este proceso, las obras salían desde aquí para ser exhibidas y vendidas por el mundo.

Chillida va restaurando el caserío con el arquitecto Joaquín Montero y, mientras tanto, Chillida-Leku se va convirtiendo en un conjunto escultórico, por lo que el escultor pierde el deseo de vender las obras y comienza a coleccionarlas en el lugar. Así se va fraguando la idea de hacer un museo, por lo que continúan adquiriendo terreno progresivamente hasta conformar sus 12 hectáreas actuales.

Gracias a que la financiación de este proyecto salió exclusivamente del patrimonio familiar, Chillida pudo afrontar el trabajo libremente y mostrarlo tal como él lo creó. Todas las esculturas del jardín pueden ser tocadas; no así las que están en el interior del museo.

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