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El ciclo ‘La vida de la Virgen’, de Alonso Cano, vuelve al lugar para el que fue concebido

Obras de plena madurez de uno de los más geniales artistas del Barroco español, los siete lienzos dedicados a la vida de la Virgen fueron realizados en diversos momentos entre 1652 y 1664. Constituyen una auténtica demostración de creatividad, no solamente por sus dimensiones –4,51 x 2,52 m cada uno– sino, sobre todo, por la dificultad que suponía construir escenas complejas y legibles a gran altura, aproximadamente a 15 metros sobre el suelo de la capilla mayor.

vida_de_la_virgen_alonso_cano_1En 2001, con motivo de la celebración del IV centenario del nacimiento del artista granadino, los lienzos fueron descolgados para su restauración y posterior exhibición pública en diferentes exposiciones. Sin embargo, las serias dificultades y riesgos de la recolocación hizo que los lienzos permanecieran expuestos en los diversos tramos de la girola de la catedral, sobre respaldos y peanas que descansaban directamente en el suelo.

Distintos trabajos menores

Este hecho, y los movimientos a que fueron sometidos para su exposición, han exigido también un somero tratamiento consistente en limpieza superficial de barnices, pequeños retoques de consolidación y barnizado final. Además, en alguno de los lienzos se han encontrado pequeños levantamientos de la capa pictórica y algún retoque en mal estado. En dos de ellos los bordes de los lienzos estaban sueltos, no sujetos al bastidor, lo que originó pérdidas en la capa pictórica, que han sido adecuadamente tratadas por los técnicos del IPCE.

Tras estos trabajos in situ, se procedió a la instalación de los lienzos con sus bastidores en las hornacinas correspondientes, en la capilla mayor. Para ello se instaló en el triforio un andamio diseñado específicamente para que pudiera girar por toda la superficie del muro del ábside, y que alcanzara en altura la parte superior de las hornacinas. Hasta el andamio llegaba un ascensor consistente en una malla separada por dos barras de policarbonato en la zona superior e inferior, que trasportaron los lienzos hasta su lugar de origen.

Ciclo único en la historia de la pintura española

A la hora de realizar este ciclo, Alonso Cano tuvo que afrontar dos importantes retos, competir con la vibrante luminosidad y clasicismo de las vidrieras de la catedral, situadas sobre los lienzos, y con el realismo volumétrico tridimensional de las enormes esculturas de los apóstoles de la parte inferior. Precisamente, sería ésta una de las genialidades del artista: haber gestado y realizado un monumental ciclo pictórico integrado en el conjunto tanto desde el punto de vista arquitectónico como iconográfico, consiguiendo darle profundidad a la mole construida, superando en luminosidad a las vidrieras cuando se ilumina interiormente la capilla, y componiendo cada escena de tal manera que las formas barrocas se ven como continuidad del lenguaje artístico renacentista. Su plena integración con perfecta solución de continuidad sólo es comprensible si se conoce con profundidad la formación clasicista y la tendencia al idealismo de Alonso Cano, el más renacentista de los grandes artistas españoles del XVII.