Calvo ha desplegado una práctica pictórica durante cinco décadas, desde los años sesenta, intensificando el registro pictórico. En un principio se movía dentro de una figuración próxima al expresionismo para decantarse por una geometría que luego le permitiría sintetizar su imaginario con lo figurativo.
Rienda suelta
Expresividad, neofiguración y constructivismo han sido etapas que no han sido, ni mucho menos, dogmáticas, porque para este creador valenciano lo decisivo no ha sido tanto militar en escuelas estéticas cuanto dar rienda suelta a sus emociones en el soporte acotado del cuadro. Estaba interesado a principios de los años sesenta por pintores como Rouault, Picasso, Chagal o Kandinsky, pero también por figuras como Aubrey Beardsley o William Morris. Supo combinar lo geometrizador con una gestualidad muy productiva, especialmente en sus paisajes.
Javier Calvo estuvo vinculado a ‘Antes del arte’ y participó en la importante colectiva de tendencia ‘Forma y medida en el arte español actual’ (Salas de la Dirección General de Exposiciones, Madrid, 1977), en la que también estaban incluidos artistas como Alfaro, Amador, Caruncho, Cruz Novillo, José María Iglesias, Labra, Michavila, Rubio Camín, Gerardo Rueda o Sempere. La experiencia constructiva le permitió desarrollar un sentido del orden y de la simetría, pintando algunas obras que tenían puntos de contacto con las “figuras imposibles” de Yturralde.
Lugares emocionales
Es manifiesto que el artista no quería quedarse atrapado en las formas geométricas y que necesita introducir referencias a lugares emocionales. La estilística del paisaje que desarrolla arranca del romanticismo para incidir en planteamientos originales. Lo decisivo es la obsesión por captar la fuerza e intensidad de los fenómenos naturales, pero sobre todo lo que quiere es mantener la presencia vital de la pintura.
En la serie de la Malvarrosa (1977-1979), Javier Calvo intenta recuperar poéticamente la infancia, utilizando una nueva forma de figuración que consigue humanizar su lenguaje frente a la abstracción anterior. Las suyas son imágenes para el recuerdo que transmiten una honda nostalgia, unida, como sucede siempre, al placer de pintar. Sus emociones retrospectivas están contrapesadas por cierto tono de serenidad.
Máxima madurez
Sin duda, ha sido la serie del glamour y la moda, un campo por el que siente una inmensa debilidad, la que ha permitido que ofrezca sus planteamientos sincréticos de máxima madurez. La relación de Javier Calvo con el «imperio de lo efímero» es dilatada, tanto en el campo de la práctica cuanto en al docencia. Una de sus primeras e importantísimas manifestaciones es la serie Glamourosas que presentó en la Gallera en 1995.
Los hallazgos de textura, composición y gestualidad se han ampliado desde la serie Glamourosas hasta los cuadros que presenta en el IVAM, en los que amplía la reflexión sobre la pose, con todo el sentido de teatralidad que implica, con ese estar entre lo estático y lo extravagante, la delicadeza y la suavidad y la rotundidad solemne.
La pintura rinde un riguroso homenaje a los grandes fotógrafos y a los diseñadores que han volcado en ese mundo de telas plegadas, cuerpos hermosos y presencias fascinantes su imaginación. La moda que une lo efímero y lo eterno, el pulso de lo moderno, reaparece en el museo para seducirnos de la forma más sutil.
Valencia. Javier Calvo. Geometría y moda. IVAM.
Del 5 de septiembre al 13 de noviembre de 2011.