La decisión ha sido adoptada por la sociedad tenedora de la pinacoteca bilbaína, que es la encargada de decidir sobre las compras de obras con destino a los fondos propios del Guggenheim, en la reunión que su consejo de administración ha mantenido esta tarde, según ha informado el museo en una nota de prensa.

La pieza formó parte en 2010 de la primera exposición monográfica a gran escala que se ha hecho en España dedicada a la obra de Kapoor. En concreto fue emplazada en el estanque situado en la parte trasera del edificio de Frank Ghery, donde sigue hoy día.

Esta deslumbrante escultura está formada por ochenta esferas de acero inoxidable reflectante asentadas sobre tres ejes. Múltiples imágenes se reflejan en sus superficies espejadas, estirándose como un arroyo de relucientes burbujas vítreas. Simultáneamente, cada una de las esferas se refleja a sí misma, a las que tiene alrededor y a todos los componentes que forman la torre. Podemos ver nuestro propio reflejo repetido, así como el reflejo de la arquitectura que nos rodea. El ángulo de las imágenes va cambiando a medida que nuestra mirada asciende por la escultura.

Solución estructural matemáticamente compleja

A primera vista, parece como si las esferas hubieran sido colocadas al azar. Eso forma parte de la ilusión óptica de la obra; en realidad, es fruto de una solución estructural matemáticamente compleja y cuidadosamente calculada. Nuestros movimientos provocan reflejos que parecen resbalar y deslizarse por las redondeadas superficies sumamente pulidas. Cuando cambiamos de posición, la arquitectura reflejada en las esferas parece distorsionarse y arquearse. Nuestra mirada es de gran importancia. Desempeñamos un papel activo fundamental, dando vida a las múltiples esferas de una escultura que se deleita en la luz y el resplandor.

El gran árbol y el ojo expresa la naturaleza fugaz de la apariencia de las cosas. Mediante una compleja utilización de la luz y las sombras, del volumen y del espacio, nos hace pensar en la inestabilidad del mundo visible. El tiempo y el espacio se suspenden y alteran. A pesar de ser una escultura de grandes dimensiones, se nos presenta como algo ingrávido y efímero.

Al igual que en todos los trabajos del artista, el proceso creativo en su estudio fue vital para el resultado de esta escultura: «El estudio es un lugar donde el significado… se excava, se extrae de un proceso aparentemente absurdo. Un proceso lúdico. Y creo que la distinción es vital porque fundamentalmente tiene que ver con el arte abstracto. El arte abstracto se basa, tal vez, en actuar bajo la piel… y en expresar su significado, por así decirlo, de manera clandestina. En cierto modo, creo que el arte puede… cambiar las cosas de manera fundamental y que hacerlo no resulta demasiado ambicioso o pretencioso. Uno de los retos que un artista se pone a sí mismo es cómo salirse con la suya. ¿Puede alguien salirse con la suya? ¿Con eso es suficiente? … A mi modo de ver, esta incertidumbre es en lo que realmente se basa todo».