Realizada durante 2007 y 2008, esta obra culminó en un impresionante estallido de formas y colores de una belleza cautivadora que remite tanto a los orígenes del mundo como al fondo del mar. Desde el primer momento, la Sala de los Derechos Humanos y de la Alianza de Civilizaciones se ha convertido en una referencia artística y arquitectónica, así como en un reflejo del valor del multilateralismo con la visualización de distintos colores desde diferentes ángulos.

La exposición incluye los trabajos preparatorios y una maqueta de la cúpula realizada sobre madera por el artista, un boceto que sirvió al equipo de trabajo para llevar a cabo el proyecto en Ginebra. También se muestra el óleo Marejadilla (2002), punto de partida en la realización de esta obra colosal y en el que por vez primera planteó la idea del mar de estalactitas. En este cuadro de gran formato, el artista pintó desde abajo, como si la tela estuviera pegada al techo, para que la densa pasta de pigmentos formara las estalactitas que causan un efecto tridimensional que recuerda el vaivén y las crestas de las olas.

Dietario del artista

Otro de los elementos que conforman la muestra es el Cuaderno de Ginebra (2008), dietario del artista con acuarelas, textos y dibujos en el que pueden observarse sus diferentes estados de ánimo, sus éxitos, frustraciones, dudas y satisfacciones durante el proceso de creación de la cúpula. Un audiovisual creado expresamente para la exposición permitirá recorrer las páginas de este cuaderno.

Una amplia selección de fotografías de Agustí Torres, fotógrafo y colaborador del mallorquín, tomadas en Ginebra durante los meses que duró la creación de la obra, muestran al pintor en plena tarea y presentan puntos de vista inéditos: los intentos para consolidar el techo monumental, las técnicas utilizadas para romper la superficie y crear contrastes de luz y sombras, y los movimientos del artista sobre el andamio, que se han comparado con la danza de un chamán.

Asimismo, se incluye una selección de fotografías digitales pintadas por el mismo artista, así como una reconstrucción de las diferentes etapas de la elaboración de la obra que simulan las fases lunares. Por último, se proyectará un vídeo de cuatro minutos de duración que resume el proceso de creación, también obra de Agustí Torres.

Coherente con su trayectoria

La obra resulta extremadamente coherente con la trayectoria que Barceló ha seguido en los últimos veinticinco años y que tiene como más lejano precedente la cúpula que realizó en 1986 para el Mercat de les Flors. Así, se ha mantenido fiel a su vocación de experimentar con nuevos materiales y procedimientos artísticos, como ya mostró en otra de sus obras monumentales recientes: la capilla de San Pedro de la catedral de Palma.

En la cúpula de las Naciones Unidas, Barceló trató uno de sus temas fundamentales y recurrentes: las perdurabilidad en contraste con la permanencia, o lo que es lo mismo en Ginebra: el mar en continuo movimiento en contraposición con la caverna. De esta forma, la cúpula evoca un planeta multicolor trazado por las mareas y su espuma: unión y diálogo necesarios en la esfera internacional para afrontar, con creatividad y consenso, los retos y desafíos del siglo XXI.

Superficie marina

Desde el principio, la idea de Barceló fue usar aquel gran espacio para proyectar una superficie marina, trasponiendo al fresco un motivo que aparecía en obras recientes como Marejadilla. Para llevarlo a cabo, recubrió la cúpula con 737 piezas de aluminio sujetas sobre una estructura radial de acero. En ellas se usaron 6.000 kilos de resina epoxídica para realizar los relieves y las estalactitas, que se colocaron en los lugares que Barceló marcó previamente mediante una pistola de paintball, utilizando colores distintos en función de la longitud deseada.

Para asegurar las estalactitas al soporte se emplearon 6.500 tornillos. En la primera fase pictórica, el artista y su equipo, formado por 16 personas, usaron aproximadamente 8.000 kilos de pintura de una gran variedad de colores. A continuación, para la aplicación final de tres colores, se proyectaron 9.000 kilos más de pasta de pintura, que Barceló, sujeto a un arnés de seguridad, disparaba con una máquina de impulsión de pintura. La última fase pictórica, los retoques finales, la llevó a cabo el artista solo, proyectando pintura blanca y pintando algunas zonas del mismo color con escobas.

 

Una obra singular y única en el arte contemporáneo

La obra comenzó a ejecutarse en la primavera de 2007 y en los dos meses siguientes se desmanteló el interior original de la sala y su cúpula de escayola. Se colocó entonces una estructura de aluminio reforzada, especialmente construida para el proyecto. Miquel Barceló empezó a trabajar el 10 de septiembre. La inauguración del mural tuvo lugar el pasado 18 de noviembre.

Se trata de una obra singular y única en el arte contemporáneo, que cambia y se transforma según la perspectiva desde la que se contempla, haciendo patente la riqueza poliédrica de la realidad en sintonía con el multilateralismo que caracteriza la Organización de las Naciones Unidas.

De la mano de un equipo multidisciplinar, el artista aplicó por primera vez técnicas industriales a su pintura, desarrollando una nueva forma de interaccionar sobre grandes superficies arquitectónicas. Para la realización de esta ambiciosa y compleja intervención en la cúpula de 934 metros cuadrados, concibió un proyecto orgánico con la intención de lograr un efecto de espuma marina que se transformara en función de la luz y del espacio, combinando serenidad y movimiento. Según explica el propio autor, la obra "genera diversas percepciones que, por su dinámica interna, transmiten un efecto positivo, constructivo y optimista". 

 

Barcelona. El mar, de Barceló. CaixaForum.

Del 7 de abril al 14 de junio de 2009.