Fontana (Módena,1933) concibe la fotografía como un trabajo creativo en el que la relación con la naturaleza o la realidad se ve acompañada de una intensa proyección poética. Su estética reside en un mundo mágico y onírico de ciudades y paisajes desolados, muy geometrizado y lineal, en el que el tiempo se ha detenido para que, de vez en cuando, paseen ciudadanos anónimos.
Urbano y rural
Su fotografía de paisaje, urbana y rural, se centra en la reducción a dos planos de las composiciones captadas por su cámara, por medio de la manipulación del color, brillante e intenso, y una composición rigurosa y moderada que marca el contraste, encontrándonos ante un trabajo de abstracción artística.
Esta retrospectiva reúne sus estudios de los años 60 y 70, que tienen como objeto escenarios históricos y arquitectónicos que, desde Praga a Módena o Venecia, le permiten mostrar espacios en los que los planos van dibujando el movimiento de volúmenes y construcciones.
Asimismo, refleja la larga investigación sobre el paisaje natural que el artista interpretó con nuevos registros. Fontana huye de un naturalismo cómodo. Su fotografía deja de ser un documental de paisajes conocidos para transformarlos en espacios metafísicos, marcados visiblemente por el color. En las series sobre la Basilicata, la Puglia o el desierto de Erfud, la naturaleza se nos muestra con una nueva dimensión que trasciende la mera apariencia, planos sucesivos, marcados intensamente por un cromatismo explícito, dan luz a nuevos espacios naturales que transfiguran su obra.
La luz americana ilumina todos los registros del Fontana de los años 80-90 y se refleja en la amplia secuencia de trabajos urbanos atentos a recoger la huella humana. Calles, sombras y asfaltos componen una secuencia fundamental en el desarrollo de su obra. Los Ángeles, San Francisco o Nueva York son los escenarios que el fotógrafo elige y que convierte en propios a través de una mirada nueva. En un juego de luces y sombras se animan y discurren personajes y lugares a los que representa con una carga cinematográfica. Fontana elige sus lugares y persigue un enfoque que le permitirán una composición con resultados artísticos cercanos a los grandes fotógrafos estadounidenses de los ochenta.
Estudio de la realidad
En sus obras el color adquiere un papel fundamental. Desde sus sorprendentes trabajos de polaroid, a las secuencias sobre paisajes naturales con el mar como motivo principal y a los últimos, que tienen a Valencia como escenario, Fontana da a su obra una intensidad poética que nos descubre la emoción y magia de toda situación, transformando su trabajo en una búsqueda de lo invisible, de ese momento irrepetible que tiene toda obra de arte.
Franco Fontana ha llevado a cabo, desde sus inicios en la fotografía en 1961 y a lo largo de los últimos cincuenta años, una intensa trayectoria internacional con numerosas exposiciones, talleres y publicaciones.
En una declaración sobre los principios que rigen su trabajo, recogida por Francisco Jarauta en el catálogo de la muestra, Fontana manifiesta: «Pienso que la fotografía no es el estudio de una realidad positiva, sino la búsqueda de una verdad ideal llena de sugestión, misterio y fantasía. Fotografiar es poseer, es un acto de conocimiento y de posesión profunda. La fotografía no debe de reproducir lo visible, sino que debe hacer visible lo invisible». Esta afirmación, que «bien podría encabezar toda aproximación a la obra de Franco Fontana –señala Jarauta–, le inscribe igualmente en una tradición que entiende la fotografía como una intervención creativa desde la ruptura con la pintura a mediados del siglo XIX«.
Valencia. Franco Fontana. La luz del paisaje. IVAM (Instituto Valenciano de Arte Moderno) [1].
Del 6 de septiembre al 6 de noviembre de 2011.