En la nueva sala dedicada al Fortuny grabador están representados todos los temas, como el orientalismo, el género de casacas o los retratos, que el artista cultivó a partir de la década de 1860, cuando llega a su madurez creativa y alcanza gran proyección internacional.
La selección de obras ofrece una novedosa visión de conjunto, al mismo tiempo que permite descubrir los procesos de trabajo a través de las diferentes pruebas de artista. Obras como Guardia de la Casba en Tetuán, de 1861; La echadora de cartas, de 1867; El anacoreta, de 1869; o El botánico, de 1868-1869, permiten ver como Fortuny explora el claroscuro y ensaya temas y recursos que después aplica a la pintura. También se expone la última estampa que Fortuny realizó, un retrato de Velázquez, de 1873.
Fortuny grabador
Personalidad de perfil poliédrico, caracterizada por una gran versatilidad técnica y por ser capaz de cultivar diferentes disciplinas: pintura, dibujo y grabado, Mariano Fortuny ha sido reconocido como el artista catalán más internacional del siglo XIX.
El MNAC conserva una de las colecciones de obra gráfica más importantes del pintor, que es el resultado de una historia muy rica, en la que sobresale, dada su dimensión sentimental, la donación, en 1921, del Álbum Goupil, realizada conjuntamente por su mujer, Cecilia de Madrazo, y su hijo, Mariano Fortuny Madrazo. En lo referente a adquisiciones, la compra a Mariano de Madrazo y López de Calle en 1966 de más de un centenar de grabados representó un notable enriquecimiento de la colección, una selección de la cual ahora expone el Museo.
Aunque el Gabinete de Dibujos y Grabados no conserve estampas de su primer período de actividad, los inicios de Fortuny como grabador se remontan a su etapa de formación barcelonesa, durante los últimos años de la década de 1850, donde colaboró en la realización de ilustraciones litografiadas para publicaciones literarias y se revela una marcada influencia del ilustrador francés Gavarni (1805-1866).
Permanente desafío
Sin embargo, a partir de la década de 1860, su producción experimentó un cambio de rumbo estilístico y técnico hasta convertirse en un artista original, repleto de matices técnicos, que adopta un lenguaje innovador y aborda nuevos retos que le llevarán a plantearse el proceso creativo como un desafío permanente, mostrando una actitud muy permeable a descubrir nuevos efectos estéticos. A partir de ese momento, el interés temático de Fortuny convergirá en una misma dirección y cultivará los temas que, como el orientalismo o el género de casacas, más contribuyeron a configurar su personalidad pictórica.
A pesar de tratarse de un creador singular, el eco de la tradición en su obra se hace evidente y muchas de sus producciones reflejan la familiaridad con las fórmulas compositivas, las ambientaciones e, incluso, los personajes que forman parte del imaginario de la obra grabada de Ribera y Goya, dos de los artistas que más influyeron sobre él.