De esta forma, el Prado muestra el corazón de sus fondos, con Tiziano y la pintura veneciana como origen y punto de partida, para seguir con las salas dedicadas a El Greco, Velázquez, Murillo y Ribera, y para finalizar con las colecciones de Rubens y Goya, un itinerario único que, según Gabrielle Finaldi, director adjunto de Conservación e Investigación, «es el mejor recorrido que puede ofrecer ningún museo del mundo».

Galería Central

A un año y medio de la fecha prevista para la terminación definitiva del proyecto de reordenación de sus colecciones, la remodelación y reordenación de obras en su gran Galería Central, iniciada a finales del año pasado, constituye uno de sus hitos más complejos y destacados.

Los primeros tramos de este amplio y luminoso eje del edificio Villanueva acogen ahora 59 obras de gran formato que muestran la distinguida tradición pictórica con raíz en los maestros venecianos (Tiziano, Tintoretto y Veronés) que gran influencia tuvieron sobre el desarrollo del arte europeo, y especialmente sobre la obra de Annibale Carracci, Velázquez, Rubens y Van Dyck, con los que la actual presentación sitúa en estrecho diálogo. Esta historia de conexiones, influencias, admiraciones y rivalidades entre artistas a través de más de un siglo es lo que narran ahora los elegantes y airosos espacios de la noble galería de Juan de Villanueva.

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Relación de continuidad

La nueva ordenación permite establecer una relación de continuidad entre las dos grandes tradiciones modernas europeas representadas en el Prado –la italiana y la flamenca– y la pintura española, con la figura de Velázquez en el centro.

Por primera vez, en un doble recorrido longitudinal y transversal por esta planta, el espectador puede reconocer la influencia de los grandes maestros, como Tiziano o Rubens –ahora en la Galería Central– sobre los españoles, desde El Greco hasta Goya.

Entre las obras más importantes que pueden contemplarse en el primer tramo de esta galería se encuentran los retratos de Felipe II e Isabel de Portugal y La Gloria de Tiziano, el gran Lavatorio de Tintoretto, Venus y Adonis de Veronese, Venus, Adonis y Cupido de Annibale Carraci, Moisés salvado de las aguas de Gentileschi y La Virgen de la silla de Guido Reni.

Tiziano en el Prado

Justo en el espacio central se encuentra el principal retrato de Tiziano en el Prado, Carlos V en la batalla de Mühlberg, cuya nueva situación le sitúa directamente enfrentado visualmente con el principal icono del Museo, las Meninas de Velázquez.

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Tras la pintura veneciana de las dos primeras salas de la galería, especialmente favorecida por la entrada de luz natural que proporciona este espacio, la parte final de la misma muestra la pintura flamenca del siglo XVII, con 31 pinturas de Rubens, desde los pequeños bocetos para la decoración de la Torre de la Parada –de pocos centímetros y expuestos en vitrina–, hasta su mayor composición en el Prado, La Adoración de los Reyes Magos, de casi cuatro metros de largo, y, por supuesto su obra más célebre, la gran pintura sobre tabla de Las tres Gracias. La única excepción en cuanto a obras de Rubens en este espacio la constituye la Coronación de espinas de Van Dyck.

Además, el recorrido se complementa con las esculturas tradicionalmente visibles en este espacio y con el Tablero de mesa de Felipe II y la Mesa de don Rodrigo Calderón sobre los leones de bronce adquiridos por Velázquez en un segundo viaje a Italia para la decoración del Alcázar.

Ala norte

galeria_central_del_museo_del_prado_tras_su_remodelacionPor su parte, en el ala norte de las salas que flanquean la galería, Ribera y la particular visión española del naturalismo (con Maíno, Zurbarán y el primer Velázquez) se conectan con la pintura barroca italiana del museo.

En la sur, tras Velázquez, y en paralelo a los mayores ejemplos de Rubens y la tradición flamenca moderna, se presenta la obra de los maestros españoles de la segunda mitad de siglo, con Murillo, Cano o Carreño de Miranda como principales protagonistas.

Finalmente, y no ajeno a este doble contexto español y europeo, se muestra a Goya junto a la obra de los pintores que trabajaron para la nueva dinastía borbónica en el siglo XVIII, como Mengs o los Tiépolo.

Por fin, Goya

Por otra parte, las grandes salas consagradas al retrato de corte funcionan como rótula de esta nueva disposición de las colecciones en la planta principal del edificio. Frente a la sala de las Meninas, en la que se reúnen los principales retratos de Velázquez, se han instalado los tres grandes retratos de Tiziano de los primeros Hasgburgos, Carlos V y Felipe II, presididos por una de las obras más célebres de la colección del Prado, Carlos V, a caballo, en Mülhberg. Y, en el ala meridional, la sala dedicada al retrato de corte de los primeros Borbones, presidida por el monumental retrato de La familia de Felipe V de Van Loo, tiene su contrapunto con la rotonda en la que se presentan los retratos reales de Goya, presididos por la La familia de Carlos IV.

Este proyecto, supervisado por Gabriele Finaldi, ha sido llevado a cabo por los conservadores Miguel Falomir, jefe de Pintura Italiana hasta 1700; Leticia Ruiz, jefa de Pintura Española del siglo XVI y primer tercio del siglo XVII; Javier Portús, jefe de Conservación de Pintura Española hasta 1700; y Alejandro Vergara, jefe de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte.