Para su poco tiempo de vida dejó una obra contundente y cuatro o cinco piezas de culto. Entre ellas, El niño perdido, una historia en cuatro tiempos publicada en 1937. Una joya en formato breve en la que, con el telón de fondo de la América provinciana y de la Exposición Universal celebrada en Saint Louis en 1904, Wolfe «busca» y rinde un conmovedor, bellísimo, homenaje a su hermano muerto. El niño perdido arranca con aquello de “La luz vino y se fue y vino de nuevo…”. Sin desperdicio.
El niño perdido
Periférica [1]. 93 páginas