En el año 1885, Eusebi Güell encargó el edificio a Antoni Gaudí y, desde entonces, ha tenido diversos usos. A lo largo de 20 años fue la vivienda familiar de los Güell, pero durante la Guerra Civil llegó a ser utilizado como comisaría. Años más tarde, ya en manos de la Diputación de Barcelona, alojó la sede del Instituto del Teatro.
Ruptura con al arquitectura romántica
El arquitecto Antoni González, que ha dirigido la restauración, destaca que el Palau «rompió todos los postulados de la arquitectura romántica del siglo XIX, cosa que se percibe en sus famosos arcos paraboidales o en la triple fachada interior, algunos de los centenares de detalles que los visitantes podrán volver a admirar ahora de cerca».
Durante la visita, se puede descubrir la renovadora concepción del espacio y del tratamiento de la luz, y la originalidad y riqueza de las soluciones constructivas y ornamentales fruto del genio creativo de Gaudí. Una de las estrellas de la visita es el salón principal, donde la familia Güell realizaba conciertos privados. La acústica del piso superior, donde todavía se conserva un órgano, es espectacular gracias a la cúpula y a su decoración, con pinturas de Aleix Clapés y luces del propio Gaudí.