La exhibición en las salas del Museo del Prado de Aníbal vencedor (1771) ofrece al visitante la oportunidad de contemplar una de las composiciones de mayor relieve e impactantes de la etapa de juventud del artista aragonés. Gracias al acuerdo alcanzado entre el Museo y la Fundación Selgas-Fagalde para impulsar de forma conjunta el conocimiento, difusión y comunicación de sus colecciones y el patrimonio histórico que ambas instituciones atesoran, la obra se exhibe ya en el Prado junto al Cuaderno italiano, cuaderno de dibujo adquirido por el pintor durante su estancia en Italia (1769-1771) que contiene, entre otros numerosos dibujos y anotaciones personales, apuntes para la idea compositiva del Aníbal vencedor y estudios para sus figuras principales, Aníbal o la cabeza de toro de la alegoría del río Po, que atravesó el general cartaginés.
Aníbal vencedor es un cuadro de indudable perfección técnica, lo que se pone de manifiesto en su armonioso orden compositivo, en el excelente tratamiento lumínico y en la seguridad y firmeza de la pincelada para modelar las figuras con color y luz.
Perfección técnica
El cuadro, cuya presentación oficial como obra cierta del artista tuvo lugar un año después de su identificación precisamente en el Prado, en 1994, como parte de una de las exposiciones programadas con motivo del 175 aniversario del Museo, regresa ahora al mismo para incorporarse a las salas dedicadas a Goya durante un período de seis años en virtud del acuerdo alcanzado, por el que el Prado se compromete a su vez con la Fundación a realizar el estudio técnico y restauración de cinco obras de su colección y a organizar dos proyectos expositivos en su sede de Cudillero. La identificación, realizada por Jesús Urrea, supuso un hito importante en el conocimiento del artista.
Francisco de Goya realizó esta obra al final de su estancia de dos años en Italia para participar en el concurso de la Academia de Bellas Artes de Parma del año 1771. Era una institución prestigiosa bajo el patrocinio del duque Filippo di Borbone, sobrino de Carlos III. El cuadro, perdido después de su presentación al concurso y posible regreso a España, fue comprado a mediados del siglo XIX en Madrid como obra italiana por el arqueólogo, historiador y empresario Fortunato Selgas (1839-1921).
El joven Goya debió pensar que el premio de Parma, ciudad vinculada a España por los lazos familiares de los reyes de la Casa de Borbón, podría reportarle, a sus 25 años, fama y posición a su regreso a la corte.
Reconocimiento académico
La preparación y esfuerzo que el artista dedicó a esta composición ponen de manifiesto su interés y esperanza por obtener un triunfo académico que en España se le había negado ya en dos ocasiones.
Hasta cinco páginas de su Cuaderno italiano y dos bocetos preparatorios (Zaragoza, Museo de Bellas Artes y Nueva York, colección privada) son ejemplos evidentes de la disposición del joven e impetuoso pintor que siguió los dictados de la Academia, ajustándose al formato y tema del concurso, que debía ilustrar la llegada triunfal de Aníbal a Italia tras su difícil paso de los Alpes. Sin embargo, la medalla de oro fue concedida al italiano Paolo Borroni, discípulo de Bossi. La obra de Goya tan sólo recibió seis votos y una mención, aunque su nombre se citó en la prestigiosa revista literaria Le Mercure de France.
En la composición definitiva, los cambios respecto al último de los estudios realizados por Goya parecen afectar sólo a pequeños detalles, pero son de gran interés para entender al maestro aragonés y su refinado y consciente proceso creativo, ya que determinan que la escena y las figuras tengan una mayor armonía. Bajo el clasicismo a la moda de la composición y de las figuras aparece el estudio de la psicología de los personajes y de su estado de ánimo, reflejado en la expresión del rostro del general cartaginés, sorprendido de su hazaña –había partido desde Hispania y atravesado con sus tropas los Pirineos y los Alpes–, y aterrado ante la responsabilidad de conducir a su ejército a la conquista de Roma.
Actitud teatral
Goya coloca a Aníbal en un primerísimo plano, concediéndole todo el protagonismo y caracterizando el ardor y fiereza en su rostro. La silueta del general cartaginés y las dos figuras que le acompañan, el genio de majestuosas alas y el guerrero a caballo, quedan en el centro de la composición, en una elevación del terreno que les realza, como si de un escenario se tratase, mientras que el ejército pasa por detrás descendiendo la montaña hacia Italia. El guerrero del estandarte mira a su general con asombro y fe, decidido a seguirle a donde le ordene, mientras que el genio se presenta en una actitud teatral de admiración al pasar su brazo extendido por encima del héroe. Dando entrada a la composición aparece la personificación del río Po, interpretado en su habitual iconografía de figura masculina con cabeza de buey de afilados cuernos apoyado sobre un ánfora de la que mana agua.
Jesús Urrea –adjunto a la dirección del Museo Nacional del Prado (1992-1996), director del Museo Nacional del Escultura (1996-2008) y, actualmente, presidente de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción y profesor titular de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid– identificó esta pintura al estudiar los fondos de la colección de la fundación asturiana conservados en su sede de “El Pito” (Cudillero), dando a conocer su investigación en el Boletín del Museo Nacional del Prado, XIV, nº 32, 1993, pp. 59-66. El cuadro fue restaurado y estudiado en el Prado en 1993, y se expuso con motivo de la adquisición del Cuaderno italiano en enero-marzo de 1994.