La muestra puede visitarse en la primera sala de la cámara acorazada (edificio Villanueva, sótano 1) en la que se exhibe de forma permanente el Tesoro del Delfín, la parte más conocida de esta colección.
La faceta más íntima de la pintura
Pintadas al gouache sobre vitela, tablillas de marfil o papel, las miniaturas representan la faceta más íntima de la pintura ya que, en general, pertenecían a la esfera de la vida privada, aunque también desempeñaron una función de Estado, pues los monarcas regalaban joyeles con miniaturas a los embajadores y emisarios extranjeros con motivo de su proclamación, matrimonio o por la firma de tratados, convenios y acuerdos. Con una miniatura se reconocían también las buenas acciones militares o el cumplimiento de las misiones encomendadas.
El buen pintor de miniaturas ha de poseer destreza y precisión en el manejo del pincel dado que los pigmentos se aplican mediante la superposición de puntos de color en las zonas de la carne. El resto del soporte se prepara como en la pintura al óleo. Tanto los pequeños retratos como las miniaturas que se exhiben por primera vez en el Prado son técnicamente pinturas, realizadas en diferentes tipos de soportes y con distintos materiales pero con idéntica función.
Retratico de Goya
En España no hubo miniaturas en sentido estricto hasta el siglo XVIII y la función que desempeñaban las miniaturas en otras cortes de Europa aquí la desempeñaban los pequeños retratos, conocido en España como retratico o retrato de faltriquera, de ahí la importancia de los tres ejemplares que se muestran en la exposición, entre los que destaca el que posiblemente sea el más conocido de esta colección, el retrato al óleo sobre cobre de Juana Galarza de Goicoechea de 1805, obra de Goya perteneciente a la serie pintada por el artista con motivo de la boda de su hijo Javier con Gumersinda de Goicoechea y Galarza.
Por su parte, entre las 36 obras que responden a la definición de miniaturas, tanto por su soporte como por los materiales empleados, se incluyen obras de miniaturistas españoles, mayoritariamente del siglo XIX –como el retrato de Pedro de Alcántara Téllez-Girón y Pacheco, IX duque de Osuna (h. 1805); del miniaturista Guillermo Ducker (h. 1799-1800); el retrato del periodista Ramón de Navarrete y Fernández Landa obra de Cecilio Corro (h. 1844), Isabel II, reina de España, de Juan Pérez de Villamayor (1863); o un San Miguel, de Manuel Arbós y Ayerbe (1865)–, como de artistas extranjeros de finales del siglo XVIII y principios del XIX –como la Pareja de retratos de mujeres, de Charles Guillaume Alexandre Bourgeois (h. 1800); el retrato de Francisco I, emperador de Austria, de Heinrich Friedrich Füger (h. 1790); o el retrato de Hans Axel von Fersen (h. 1784), de Niclas Lafrensen.
Homenaje a Luis Eusebi
A esta presentación se incorpora el homenaje a una de las personas destacadas en la historia del Museo del Prado, tras la reciente adquisición de un Abanico de boda, de Luis Eusebi, de h. 1790, cuyo ‘país’ está pintado al gouache sobre piel de cisne; y varillaje de marfil con aplicaciones de madreperla, que se expone por primera vez al público.
El italiano Luis Eusebi (1773-1829), destacado pintor de miniaturas, de países de abanicos y, sobre todo, historiador de la pintura, trabajó en los inicios del Real Museo de Pinturas en 1819, con funciones al frente de lo que entonces se denominaba Conserjería del Real Museo; con tareas propias de un conservador, su responsabilidad fue más allá de la recepción de las obras, del control del gasto y de la seguridad, ya que redactó los catálogos del Real Museo hasta la fecha de su muerte, y participó activamente en la elaboración de los planes artísticos de la Institución, que hoy muestra, con este abanico, una de sus escasas obras localizadas.
El montaje se acompaña, además, de un vídeo en el que se puede apreciar en detalle, mediante imágenes ampliadas, la técnica de ejecución y la gama de colores.
Exhaustiva y dilatada investigación El catálogo razonado de la colección de miniaturas del Prado, fruto de una exhaustiva y dilatada investigación realizada por la especialista Carmen Espinosa, conservadora-jefe del Museo Lázaro Galdiano de Madrid, en coordinación con los técnicos de los diferentes departamentos del Museo, servirá como referente y pondrá en valor un arte que, a juicio de los especialistas, no se conoce con la profundidad que merece. La publicación recoge y documenta exhaustivamente las 164 miniaturas y los 16 pequeños retratos de una colección que comenzó a formarse en 1877 con la adscripción de dos miniaturas adquiridas por el Estado diez años antes. Desde entonces y gracias a varias donaciones, legados y adquisiciones, la colección ha ido creciendo hasta convertirse en una de las más relevantes conservada en museos españoles. La publicación se abre con un texto introductorio que incluye el estudio de los pequeños retratos pintados al óleo sobre naipes, chapas de cobre o de hojalatas, que ilustran su faceta devocional, privada y oficial, como regalo de Estado, personalizando los joyeles desde el siglo XVI hasta finales del XVIII. A continuación se centra en las miniaturas, pintadas al temple o al gouache sobre vitela o tablillas de marfil, que sustituyeron, lentamente, a los pequeños retratos, cuyo estudio se organiza por escuelas y, cada una de ellas, se ordena cronológicamente tomando como referencia la fecha de la obra. Las piezas firmadas o atribuidas a un mismo artista o círculo, forman conjuntos que se inician con una breve biografía del pintor. La mayor parte de ellas han sido reproducidas en el catálogo a tamaño real. Al final del mismo se incluye un catálogo de firmas, que resultará de utilidad para los estudiosos y especialistas en la materia. La escuela mejor representada es la española, con 76 obras, número suficiente para valorar la labor de los miniaturistas españoles y situar a un nutrido grupo de pintores españoles entre los destacados de Europa. Desde ahora, los nombres de Guillermo Ducker, José Alonso del Rivero, Luís de la Cruz y Ríos, Florentino Decraene, Cecilio Corro, Juan Pérez de Villamayor, Manuel Arbós o Antonio Tomasich, tienen el lugar que les corresponde en el rado, y permiten conocer con mucho mayor rigor su producción, dada la excepcional calidad de algunas de estas miniaturas. También hay una representación importante de las escuelas austriaca, italiana, francesa, inglesa, alemana y portuguesa, con una cronología que va desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta los inicios del siglo XX. Con motivo de esta publicación, en la mayor parte de las piezas que componen la colección, los técnicos del Museo del Prado han realizado trabajos de conservación y restauración. |
- Consulte el estudio técnico y restauración de la colección de miniaturas [1] del Prado.
Madrid. Las miniaturas en el Museo del Prado. Museo Nacional del Prado [2].
Del 11 de octubre de 2011 al 26 de febrero de 2012. Prorrogada hasta el 30 de septiembre.