Universo personal, la instalación que presenta, tiene que ver con la concepción personal, mística, que los religiosos tienen del universo-su universo, una visión anterior a las teorías de Galileo. Con la contemplación de esta obra se establece –a decir de uno de los monjes de esta comunidad, Víctor Márquez– una especie de «dialéctica entre el ancho mundo y ese otro mundo que, contraído, explora el espíritu de la lentitud». Para hacernos partícipes de ello, el artista utiliza imágenes que recuerdan a las de películas de ciencia-ficción que todos conocemos (La Guerra de las Galaxias o Mars Attacks!) e invita al espectador a contemplar un viaje espacial a través de lo que va grabando una cámara que recoge lo que contiene la sala expositiva.
Fantasmagórico y tangible
En la instalación, diversos objetos cotidianos –unos zapatos, unas gafas, un libro de oraciones, una lámpara de escritorio…– forman una extraña constelación flotante que tiene una envoltura esférica. Una pequeña cámara va recorriendo la estancia y su mirada mecánica, fragmentada y en blanco y negro, se proyecta en tiempo real en una pared de la habitación por la que los visitantes acceden a la instalación. De este modo, explorando la dialéctica entre lo espiritual y lo material desde la que el eclesiástico construye su mundo, Maté erige un espacio que es, al mismo tiempo, espectral y concreto, fantasmagórico y tangible, y nos invita a reflexionar en torno al proceso de construcción de nuestro propio universo mental.
Mateo Maté utiliza objetos cotidianos, incluso a menudo ligados a su propia rutina doméstica, para explorar cómo en la modernidad tardía los espacios que habitamos están atravesados por tensiones y violencias en las que lo íntimo y lo social, lo político y lo existencial, lo individual y lo colectivo se entremezclan y confunden.
Profundo desconcierto
Interesado por el potencial simbólico de la metáfora cartográfica, crea espacios escultóricos y performativos que a la vez que nos resultan familiares, nos generan un profundo desconcierto, como si estuvieran plagados de peligros latentes, de enigmas perturbadores. En sus trabajos, el artista madrileño plantea que en un contexto como el actual, en el que nuestros entornos más inmediatos se han convertido en geografías indescifrables y llenas de amenazas e incertidumbres, tenemos que repensar y reinventar la noción de habitar, ser capaces de desbordar nuestra mirada y devolverle la concreción a los espacios y objetos que nos rodean.
Recurriendo con frecuencia a la ironía y buscando la implicación crítica de los espectadores y una cierta presencia del azar, las instalaciones de Mateo Maté –en las que encontramos desde esculturas realizadas con pilas de periódicos hasta muebles que tienen formas de países, pasando por camas desechas y mesas con restos de comida que recorren trenes y aviones de juguete a los que se les ha adosado una pequeña cámara– abordan cuestiones como la construcción identitaria, la progresiva militarización del ámbito doméstico, la experiencia del desarraigo, la relación entre arte y vida, la emergencia de la video-vigilancia como nueva narrativa de la contemporaneidad o la interiorización y naturalización de los dispositivos de poder.
Burgos. Mateo Maté. Universo personal. Abadía de Santo Domingo de Silos. Organizada por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía [1].
Del 13 de marzo al 27 de junio de 2012.