El llamado "cine quinqui" acarrea consigo una particular e intrincada relación de retroalimentación con la prensa sensacionalista de la época, pero además actúa como reflejo fiel de las transformaciones urbanísticas, sociales, políticas y económicas que azotaron al país en aquel período. Los códigos de representación de la delincuencia de este cine han pervivido hasta la actualidad de tal modo que el estereotipo del quinqui, sometido a un proceso de estetización, sigue hoy en día ejerciendo una gran fascinación.
El grueso de los elementos expositivos de Quinquis de los 80 estará básicamente constituido por montajes audiovisuales de estas películas acompañados por material de contexto muy variado: documentales de época, recortes de prensa, fotografías, cómics, vinilos, cassettes, objetos originales, pósters, fotocromos, planos urbanísticos, etc.
Recorrido por una época turbulenta
1.- El cine
Puesto que la exposición parte del llamado popularmente “cine quinqui”, el recorrido arranca desde la recreación de una sala de cine de los ochenta. En este espacio encontramos fotocromos, pressbooks y carteles de época que muestran que la producción de películas sobre delincuencia juvenil en la España de los ochenta fue muy prolífica (30 filmes entre 1978 y 1985), gozando de una amplia acogida.
2.- Los barrios de los setenta: polígonos, paro y depresión
Tras la pantalla de cine, encontramos la realidad en los barrios, territorio germinativo del quinqui. Ante el ingente déficit de vivienda barata, durante los años sesenta se pusieron en marcha los planes de urgencia social. El objetivo era absorber el mayor número de chabolistas en el menor tiempo posible y al coste más bajo. El resultado fue un urbanismo de pésima calidad, con unos barrios mal comunicados que carecían de los servicios más básicos, como alcantarillado, escuelas o ambulatorios. Lejos de resolver los problemas sociales derivados de la inmigración masiva y el desarraigo, estas soluciones urbanísticas no hicieron más que maquillarlos y trasladarlos a la periferia. Pronto se organizaron los movimientos vecinales para reivindicar la mejora de sus condiciones de vida. La crisis económica de los setenta y los elevados índices de paro azotarían especialmente a los jóvenes.
3.- Nuevas formas de ocio: Los recreativos
El espacio que reconstruye una sala de recreativos es el corazón de la exposición, precisamente porque simboliza también el del adolescente, protagonista central de Quinquis de los 80. Los recreativos, territorio omnipresente en este género cinematográfico, apuntan el surgimiento de una nueva cultura y unas nuevas formas de ocio que conectan, por primera vez en nuestro país, a aquella generación de jóvenes de los setenta con la industria de la cultura juvenil en su contexto internacional, en relación a la moda, los videojuegos y demás formas de consumo capitalista.
4.- La calle: Vía Límite
En 1975 se alcanzó la plena escolarización entre los 6 y los 13 años, pero un 25% de la población de más de 14 años quedaba excluida del sistema educativo. Por otro lado, la edad laboral –como la penal– se situó en los 16 años. Así que para muchos adolescentes sólo quedaba la calle, buscarse la vida. La delincuencia juvenil tenía aterrorizados tanto a los policías como al ciudadano de a pie. Parecían estar locos, atacaban como movidos por la venganza y no dudaban en disparar, en clavar un navajazo o en conducir con una temeridad inusitada. Muchos de estos delincuentes eran drogadictos y robaban bajo los efectos del mono para obtener la dosis que necesitaban consumir a diario. La heroína fue una auténtica pandemia, como ilustran las portadas de diferentes publicaciones de entre los setenta y ochenta. El delincuente juvenil se convirtió en el enemigo público número uno. La imagen del delincuente queda definitivamente fijada en el imaginario popular gracias a la detención del Vaquilla retransmitida en directo por TV3.
5.- Quinqui-Stars
Detención, reformatorio y fuga. Este periplo del delincuente juvenil es difundido al detalle, día a día, por la prensa sensacionalista y de sucesos del momento. El abrumador protagonismo que el delincuente recibe es clave en la posterior iconización de su figura. El Vaquilla y El Jaro (y sus genealogías) son las dos estrellas más brillantes y con mayor potencial mediático del universo de nombres propios de la delincuencia juvenil de los ochenta. Ganchos irresistibles para la prensa, héroes de la marginalidad para la calle, quedarán fijados para siempre en el imaginario popular gracias a los biopics cinematográficos que darían testimonio de sus andanzas: Navajeros, la saga Perros Callejeros y Yo, El Vaquilla, grupo de películas que conforma la médula del cine quinqui. A través de recortes de prensa y diversos fetiches conoceremos la vida y genealogía de ambos delincuentes.
6.- El reformatorio
El Tribunal Tutelar de menores disponía de tres opciones para abordar el problema. La primera era devolver al niño a su casa, siempre que sus padres accedieran. La segunda era ingresarle en el reformatorio. Muchos chicos se escapaban a la primera de turno, en buena parte porque los malos tratos estaban a la orden del día. La tercera opción, reservada a los delincuentes más peligrosos, era su ingreso en prisión. En 1979 sólo existían 14 plazas de reclusión mayor para niños, así que muchos eran ingresados en cárceles de adultos. En los ochenta empezaron a abrirse algunos centros enfocados a la formación profesional y a la rehabilitación, como el Centro de Difíciles de Carabanchel, pero no había plazas suficientes. En 1981 había 47.802 niños menores de 14 años acogidos en 515 centros penitenciarios debido al abandono familiar o sometidos a medidas tutelares por acciones delictivas o predelictivas. Esta información se expondrá a partir de fotografías y documentos textuales y audiovisuales.
7.- Desde los tejados, veo la ciudad
A la obsolescencia de las instalaciones carcelarias, había que sumar los problemas derivados de la superpoblación y la escasez de recursos. La herencia franquista dejaba un sistema fuertemente basado en la versión más represiva y punitiva. La situación estalló en 1977, cuando miles de reclusos tomaron los tejados de las prisiones en todo el país. Este movimiento desembocó en la creación de la COPEL (Coordinadora de Presos Españoles en Lucha). Durante los años sucesivos, los motines, las huelgas de hambre, las fugas y las autolesiones estuvieron a la orden del día. Esta sala ofrece testimonios fotográficos de estas cadenas de motines, así como una muestra de las publicaciones que los propios presos elaboraban dentro de la prisión.
Paralelamente, se presenta una pequeña exposición del artista vasco Roberto Francisco Cuesta. Es una serie inédita de 22 fotografías que muestra el aspecto del interior de las celdas de la prisión de Carabanchel inmediatamente después de su desalojo en 1999.
8.- La pervivencia del mito
Este último ámbito aborda los efectos que el fenómeno quinqui produce tras su período de auge en la calle, en la prensa y en el cine. Por un lado, no se puede obviar el hecho de que la mayoría de las personas que lo protagonizaron, tanto en la ficción como en la realidad, tuvieron un final trágico. Además de esta información, se dispone una vitrina con las biografías de ex convictos, todo un subgénero literario que conforma un testimonio indeleble de las vivencias en la cárcel.
El quinqui de los ochenta sigue siendo un icono en las representaciones de la delincuencia juvenil y de la vida marginal producidas en la actualidad. Los foros y las producciones audiovisuales que los fans del "cine quinqui" ponen en circulación asiduamente en Internet dejan patente que el mito hoy vuela libre.
9.- La guinda: El Altar de Getafe
A la salida se mostrará una reproducción en gran formato del mural Luz y Vida realizado por el pintor Teo Barba en la parroquia de la Alhóndiga, en Getafe (Madrid). En él, san Juan, al lado de Jesucristo en la última cena, es representado con la figura de José Luis Manzano. El protagonista de películas referenciales del cine quinqui como Navajeros o El Pico vivió los tres últimos años de su vida en esta localidad madrileña. El fresco de Getafe opera como una oportuna y acongojante metáfora de la muerte y mitificación absoluta (mistificación) de la figura del quinqui como héroe de barrio.
Barcelona.Quinquis de los 80. Cine, prensa y calle. Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) [1].
Del 25 de mayo al 6 de septiembre de 2009.
Comisarios: Amanda Cuesta y Mery Cuesta.