Cunningham decidió desde muy joven dedicar su vida a la fotografía. Durante su carrera llegó a colaborar con algunos de los artistas más importantes de su época, convirtiéndose gracias a su constante innovación y la calidad de su trabajo en una pieza clave en la conformación de la modernidad en la fotografía. Como apunta Pablo Jiménez Burillo, Director General del Instituto de Cultura de la Fundación Mapfre, «estamos ante una artista con un sentimiento poetico de enorme calado. Cunningham es una fotógrafa de la intensidad».
Setenta años
La exposición, que en palabras de Celina Lunsford, comisaria de la muestra, «es la más completa que sobre la artista se haya realizado en el mundo», evidencia la evolución de su trabajo a lo largo de 70 años, desde sus inicios pictorialistas y sus imágenes abstractas de cuerpos desnudos o plantas hasta su fascinación por las ilusiones ópticas y sus retratos de algunas de las figuras más icónicas del siglo XX.
«Hay muchas Cunningham distintas, en todas aflora el interés por la investigación y un profundo conocimiento de la técnica. Es testigo excepcional, y así lo plasma en su obra, de los apasionantes cambios en la historia de la fotografía en la primera mitad del siglo XX», puntualiza Jiménez Burillo.
El recorrido, además, da a conocer la personal experiencia técnica de la fotógrafa a partir de diferentes procesos fotográficos y las variadas técnicas de revelado en el cuarto oscuro.
Imogen Cunningham optó a temprana edad por ser fotógrafa y trabajar fuera de casa: dos elecciones inusuales para una mujer de su generación. Conocida por su versatilidad a la hora de elegir los temas y por su capacidad para encontrar la belleza en las cosas comunes, fotografió la vida que la rodeaba: a su familia, la naturaleza, bodegones, escenas callejeras y desnudos, y hasta su muerte a la edad de 93 años mantuvo una infatigable labor experimental y ejerció su profesión de retratista.
Nacida en una granja de Portland, Oregón, se inició en el positivado de sus fotografías en una leñera reconvertida por su padre en cuarto oscuro. Tras licenciarse en Ciencias Químicas, recibió una beca para estudiar en Dresde, lo que alimentó su sed de experimentación e impulsó el desarrollo de un estilo propio que, tras sus inicios en el pictorialismo bajo la influencia de Gertrude Käsebier, se acercaría a los principios de la «nueva objetividad» con su presencia en 1932, junto Ansel Adams o Edward Weston, en el núcleo fundacional del grupo f/64.
Retratista consumada
Para entonces ya se había granjeado su primer reconocimiento internacional con su participación en la histórica exposición Film und Foto, celebrada en Stuttgart en 1929, donde sus imágenes de motivos vegetales y desnudos aparecían dominadas por la sensualidad de la mirada. Siendo ya una retratista consumada, fotografió a artistas plásticos, bailarines, escritores y músicos, entre los que se encuentran destacadas figuras del pensamiento y la creación del siglo XX, como los fotógrafos Alfred Stieglitz, August Sander y Lisette Model, la bailarina y coreógrafa Martha Graham, el actor Cary Grant o la pintora Frida Kahlo.
Esta exposición reúne dos centenares de fotografías, provenientes principalmente de su propio legado, el Imogen Cunningham Trust, y de varios museos como el Seattle Art Museum o la George Eastman House, que recorren las siete décadas de su dilatada trayectoria. Es la muestra más completa realizada hasta la fecha sobre esta artista visionaria que participó en la formación del movimiento moderno en fotografía. Arrojando una nueva mirada sobre el conjunto de su obra, permite conocer los diversos temas que captaron su atención y las distintas formas en que tomaron cuerpo en sus creaciones: inesperadas abstracciones de la luz, sombras y formas de la figura humana, «fotografías robadas» de la vida en la ciudad, revelaciones de la plasticidad de flores y plantas… Todo ello dominado por una visión cuyo foco es la belleza.
Madrid. Imogen Cunningham (1883-1976). Fundación Mapfre.
Del 18 de septiembre al 20 de enero de 2013.