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Fortuny y el esplendor de la acuarela española

Esta presentación temporal se puede contemplar ya en la sala 60 del museo y podrá visitarse hasta el 4 de septiembre. La selección de obras expuestas ha sido realizada por José Luis Díez, jefe de Conservación de Pintura del siglo XIX del Museo, y Javier Barón, jefe de Departamento de esta misma colección. 

Fortuny al frente

Aunque la acuarela fue un vehículo de expresión artística característico de todo el siglo XIX, el período álgido de esta técnica se produjo en España de la mano de Mariano Fortuny (1838-1874), cuyo papel estelar en la cultura artística internacional de su tiempo despertó en el arte de nuestro país un verdadero afán de emulación de todo aquello que había dado fama al maestro catalán. Si bien Fortuny empleó la acuarela, como muchos de sus contemporáneos, para captar sus impresiones y explorar sus ideas artísticas, sobre todo desarrolló con ella obras acabadas, de verdadera intención pictórica, con la misma excelencia y virtuosismo que caracterizaron sus mejores obras al óleo. Por ello, los coleccionistas y marchantes de su tiempo estimaron siempre estas acuarelas tanto como sus pinturas más delicadas y valiosas.

Tras la prematura desaparición de este maestro, muchos de sus discípulos españoles continuaron realizando acuarelas con un sentido claramente pictórico, aunque con ellas se aproximaran, a medida que avanzaba el siglo, a un emergente naturalismo. El Museo del Prado conserva, junto a algunas de las más exquisitas obras de Fortuny, espléndidos ejemplos de las acuarelas realizadas por sus seguidores, que reflejan fielmente la variedad de sus intereses, desde los tipos orientalistas hasta el paisaje.

Discípulos y seguidores

Alguno de sus más fieles amigos, como Martín Rico (1833-1908), aprendió la lección a su lado y continuaría realizándolas durante el resto de su carrera, siempre en forma de exquisitos paisajes y vistas. Y uno de sus admiradores, José Jiménez Aranda (1837-1903), terminaría por convertir sus propias acuarelas de paisajes, realizadas con un verdadero virtuosismo preciosista, en una de las vías más fecundas del naturalismo en España, ya en las últimas décadas del siglo.

Otro de los discípulos más cercanos de Fortuny, José Tapiró (1836-1913), dio continuidad a su interés por los motivos orientalistas, que había conocido con él, concentrados siempre en el norte de África, en acuarelas cercanas a las preocupaciones antropológicas propias del realismo, de un poderoso atractivo plástico.

Fortuny fue seguido también, en última instancia, por Antonio Fabrés (1854-1936), que llegó a realizar acuarelas de una asombrosa espectacularidad técnica, sobre pliegos de papel de grandes dimensiones, con una ejecución nítida y precisa y con un sentido narrativo de sus composiciones mucho más desarrollado que Tapiró. Otro artista especialmente sensible a la herencia del maestro, José Villegas (1844-1921), se acercó a los tipos y costumbres, esta vez rurales, en acuarelas de gran formato y de atenta factura.

Experiencia fortunyana

Muy fiel al arte más genuino del propio Fortuny fue también el pintor Francisco Pradilla (1848-1921), que llegó a conocer al catalán en Roma y que empleó la experiencia fortunyana en favor de un realismo decorativo de factura menuda y rica, que practicaría hasta ya bien entrado el siglo XX.

El Museo del Prado atesora algunas de las más excelentes acuarelas de Fortuny, casi todas procedentes del legado de Ramón de Errazu (1840–1904). Junto a ellas guarda también una nutrida colección de ejemplos, algunos de gran espectacularidad técnica, de las acuarelas realizadas por los mejores discípulos y seguidores del maestro, que reflejan desde tipos regionales y orientalistas hasta paisajes o vistas urbanas. Con carácter temporal, debido a la especial fragilidad de estas obras, se expone ahora lo mejor de este conjunto, tan atractivo como sorprendente.

Madrid. Fortuny y el esplendor de la acuarela española en el Museo del Prado. Museo del Prado [1].

Del 9 de marzo al 4 de septiembre de 2011.