El paisaje catalán es uno de los ejes centrales de la obra artística de Hernández Pijuan: los colores terrosos y polvorientos de los campos abrasados por el sol, las líneas difuminadas de las lindes, señales de la tradición ancestral del cultivo intensivo de los campos. Con unas pocas líneas, espacios y colores, el artista recompone lo que en su memoria quedó grabado tras la primera impresión. Hernández Pijuan creó un mundo pictórico muy particular, cuya expresividad es producto de atenerse rigurosamente al imperativo de la simplicidad.

Para lograr esa sencillez, el autor se sumerge en un acto meditativo en el que se autoimpone el principio de reducción. «Siempre intento pintar como si no supiera absolutamente nada sobre pintura, como si cada cuadro fuera el primero», así describía el artista el proceso creativo. En su paleta predominan los colores de la naturaleza: ocres terrosos, verdes jugosos, amarillos radiantes, marrones rojizos y negros. Sus trabajos poseen un carácter inconfundible y brillan con una expresividad superlativa.

Durante toda su vida, Hernández Pijuan evitó someterse a cualquier doctrina artística. Aunque sus cuadros exhiben un elevado grado de abstracción, siempre se negó a que le pusieran la etiqueta de pintor abstracto: «Yo siempre parto de la realidad», decía.

Bad Homburg (Alemania). Joan Hernández Pijuan. Los colores de la tierra. Casa Sinclair. 

Del 16 de septiembre al 20 de noviembre de 2011.