Hysteria. Estamos ante una amable historia de la invención del vibrador eléctrico. Pero hay algo más; alguna otra lectura. En principio amable porque el tono es de comedia romántica.
Algo más
El algo más viene de la mano de la denuncia, suave, sutil, pero denuncia al fin de la hipocresía y las desigualdades sociales reinantes en la época y lugar de los hechos: la encorsetada Inglaterra victoriana de finales del XIX. En esa llamada de atención se mezcla también el descontento de la población femenina. Una frustración que choca y muere en la incomprensión del entorno.
En eso andaba la cosa, nos cuenta la directora Tanya Wexler apoyándose en la refrescante interpretación de Maggie Gyllenhaal, cuando nos encontramos al Dr. Mortimer Granville (un Hugh Dancy medido y algo encorsetado), que logra trabajo en una clínica especializada en el tratamiento de la «histeria femenina».
Solución tecnológica
Descreyendo de los sistemas (tocamientos incluidos) que dan pie a algunas de las escenas más divertidas de la cinta, idea una solución tecnológica… el consolador eléctrico. El tema está servido.
No es una película grande. Pero tiene de grande su capacidad de hacer que el espectador desconecte de lo que fuera de la oscuridad de la sala está sucediendo. En esas casi dos horas de proyección uno se siente reconfortado y se levanta de la butaca consciente de que ha asistido a un encuentro en el que lo esencial tiene múltiples ópticas pero todas le han dejado una sonrisa en la cara.
Hysteria [1]
Dirección: Tanya Wexler
Intérpretes: Maggie Gyllenhaal, Hugh Dancy, Rupert Everett y Jonathan Pryce.
Gran Bretaña. Alemania. Francia / 100 minutos