Las catacumbas de Santa Tecla se encuentran en la via Ostiense de Roma, a 500 metros de la basílica San Pablo Extramuros. Los descubrimientos fueron realizados gracias a la tecnología láser, que fue usada por primera vez por los restauradores en un ambiente angosto y extremadamente húmedo para eliminar la gruesa capa de cal que cubría las pinturas.
Hace dos años comenzaron los trabajos de restauración de una sala de
las catacumbas que mandó construir una dama de la nobleza romana del
siglo IV después de Cristo. Los trabajos pusieron al descubierto un fresco que representaba a san Pablo y otro a san Pedro. Posteriormente salieron a la luz imágenes de Juan y Andrés.
El láser, la clave
Barbara Mizzei, responsable de los trabajos, explicó que la concentración de cal que cubría los rostros de los apóstoles “fue levantada sin tocar la película pictórica” debido a que la humedad permitía al láser “tocar la acumulación calcárea”, que “se transformaba y se vaporizaba, provocando una especie de pequeña explosión que permitía desprenderla”.
Mazzei explicó que “el laser puede ajustarse para quitar colores determinados, en este caso el blanco de la cal, que es el que se retira. Lo hemos usado anteriormente para encontrar colores ocultos, pero su utilidad aquí ha sido excepcional”.
Notable influencia
Los arqueólogos creen que estas imágenes pueden haber influido
notablemente en las representaciones posteriores de los seguidores más
cercanos de Cristo. En efecto, “ya conocíamos imágenes tempranas de Pedro y Pablo en
otras pinturas, pero todas las imágenes conocidas de Andrés y Juan eran
de mediados del siglo V”, dijo la experta, que destacó que “el rostro
juvenil de Juan es normal; en cambio, es el retrato de Andrés más joven
que he visto, muy distinto del hombre mayor con pelo y barba gris que
vemos en la pintura medieval”.
El descubrimiento fue presentado oficialmente ayer en una rueda de prensa presidida por el presidente de la Pontificia Comisión de Arqueología Sacra y del Pontificio Consejo para la Cultura, monseñor Gianfranco Ravasi. Por su parte, monseñor Giovanni Carrú, secretario de la Pontificia Comisión de Arqueología Sacra, señaló que estos trabajos “han devuelto tanto a los expertos como a los visitadores un patrimonio iconográfico muy importante para reconstruir la historia de la comunidad cristiana de Roma, que, con las pinturas que decoran sus cementerios, expresan su cultura, su civilización y su fe”.