En total, más de 130 obras –22 de las cuales pertenencen a la misma Colección Thyssen– repartidas entre las salas del Museo Thyssen‐Bornemisza y la Fundación Caja Madrid, con préstamos destacados de colecciones y museos de todo el mundo, como el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, la National Gallery of Art de Washington, el Musée d’Orsay de París, el Museum of Fine Arts de Houston, la Staatgalerie de Stuttgart, la Carlsberg Glyptotek de Copenhague o la Tate de Londres, entre otras instituciones y coleccionistas particulares.

«Esta exposición –ha afirmado hoy Guillermo Solana, director artístico del del Museo Thyssen‐Bornemisza–, este grande y complejo mosaico, es lo suficientemente variado y rico como para no aburrir a nadie. Es una fiesta para los ojos y ofrece mucha materia para reflexionar». Solana ha recordado que «hasta ahora, e insólitamente, nunca se había dedicado una muestra monográfica a los jardines que los impresionistas cultivaron y pintaron».

Desde la década de 1860 los jardines fueron muy populares en Francia. La introducción y el cruce de cientos de plantas y especies de flores “nuevas” procedentes de Asia, África y América, así como la inauguración y apertura al público de los primeros parques reales, estimularon un gran “movimiento hortícola”. Cultivar y disfrutar de las flores en un jardín decorativo y de esparcimiento se había convertido en uno de los pasatiempos predilectos desde mediados del siglo XIX al que no fueron ajenos el grupo de pintores impresionistas; muchos compartieron esta afición, intercambiándose consejos de jardinería y experiencias, y creando sus propios “jardines de artista”. Con su gusto por el color, el trabajo al aire libre, los efectos de la luz y los temas de la vida moderna, los impresionistas y sus seguidores tomaron de forma natural flores, parques y jardines como motivo artístico y fuente frecuente de inspiración.

El jardín como paisaje

La exposición comienza en las salas del Museo Thyssen‐Bornemisza con una sección dedicada a los precursores del jardín impresionista. La pintura de flores del romanticismo –representada, por ejemplo, por Delacroix– se yuxtapone aquí a los floreros impresionistas de Bazille o Renoir. Frente a estos “jardines de interior” que son los floreros, otros pintores se abrieron al aire libre y exploraron el jardín como paisaje: los artistas de la escuela de Barbizon, como Millet, Corot o Daubigny, fueron precursores inmediatos de la pintura impresionista.

La aproximación de los impresionistas al tema del jardín está marcada por tres oposiciones fundamentales: la ciudad y el campo, lo público y lo privado, lo decorativo y lo productivo. El jardín es un territorio de encuentro entre la ciudad y el campo, en primer lugar, porque puede ser una isla de naturaleza en medio de la urbe, o bien, complementariamente, un fragmento de orden urbano en mitad del campo. Así como los pintores de Barbizon habían representado jardines campestres, Manet y los impresionistas descubrieron la peculiar naturaleza que florecía en los parques de París.

El jardín, vida social y trabajo

La segunda polaridad se establece entre el parque público y el jardín privado. Monet y Pissarro, Berthe Morisot y John Singer Sargent descubrieron en los parques públicos de París y otras ciudades los escenarios de una intensa vida social. Pero en la pintura de Manet, Monet o Morisot, el jardín puede ser también el refugio último de la vida privada: la conversación, el almuerzo, la lectura o el reposo.

La tercera oposición se establece entre el jardín decorativo, escenario del ocio, y el jardín productivo, es decir, los huertos. Las dos últimas salas de la exposición en el Thyssen se concentran en la dedicación de Camille Pissarro al tema del huerto, con especial énfasis en la figura del trabajador (en consonancia con las convicciones anarquistas del artista). Toda una serie de artistas que recibieron las lecciones de Pissarro o experimentaron su influencia están representados también aquí: Cézanne, Guillaumin, Gauguin, Van Gogh, Ensor y Bonnard.

En el cambio de siglo

En las salas de la Fundación Caja Madrid el recorrido de la exposición se centra en la evolución posterior del tema del jardín en los pintores impresionistas, con la obra tardía de Monet o Pissarro, por ejemplo, y su vasta influencia en la pintura europea y norteamericana del cambio de siglo. En este período se da tanto la continuidad de fórmulas naturalistas, pero contagiadas por la búsqueda de la luz y el aire libre características del impresionismo, como la aparición de nuevos lenguajes que conducirán a las primeras vanguardias del siglo XX; al expresionismo y a la abstracción.

En este último tramo del recorrido hay espacios dedicados al jardín en la pintura postimpresionista alemana y escandinava (Nolde, Ernst, Klimt o Munch), británica y estadounidense (Childe Hassam, James Guthrie o William Merritt Chase), así como una sala con una antología de jardines de pintores españoles, como Sorolla, Regoyos o Anglada‐Camarasa. En fin, los experimentos de Cézanne y Van Gogh nos conducen finalmente a las flores y jardines de Nolde, Malevich, etc.

La historia de la jardinería

La exposición ilustra además la historia de la jardinería durante el siglo XIX –los grandes parques públicos, los jardines suburbanos, los huertos privados–, por lo que el recorrido tiene también un gran atractivo para los amantes de la jardinería y estudiosos del tema.

La investigación sobre la renovación de la jardinería en el siglo XIX que ha realizado la comisaria de la exposición, Clare Willsdon, quedará igualmente recogida en el catálogo de la muestra, con los correspondientes ensayos y la reproducción de todas las obras de arte reunidas en las salas.

Además, y como complemento a la exposición, el miércoles 17 de noviembre Willsdon impartirá en el Salón de Actos del Museo Thyssen‐Bornemisza la conferencia “Juventud, sol y primavera: Renoir y las pinturas impresionistas de parques y jardines urbanos».

 

El jardín impresionista en palabras de Claire Wilsdon, comisaria

«El jardín, tema complejo e infinitamente variado, gobernado por las estaciones y la meteorología siempre cambiantes, es en cierto sentido una elección obvia para unos artistas tan interesados por la experiencia personal y la «impresión» fugaz. Pero los jardines son también típicamente lugares de cambio lento, gradual –lo que los franceses llaman la durée–, en contraste con el «instante». Son lugares destinados a que se los saboree con deleite, observando cómo echa brotes un arbusto o cómo cae la primera hoja.

(…) En el jardín se agrupan o se concentran intencionadamente colores, texturas y perfumes –y también sabores– con un fin estético o práctico, en selectas muestras de flores, árboles u hortalizas, al hilo de las estaciones del año. También puede ser un lugar destinado al solaz o a la ensoñación, creado para suscitar o para reflejar un estado de ánimo o una visión.

(…) La pasión de los impresionistas por los jardines dio lugar a algunas de las obras más memorables e importantes del siglo XIX y de principios del XX. Esta exposición explora aspectos clave de esta pasión, desde sus fuentes y orígenes en los paisajes naturalistas y las naturalezas muertas simbólicas hasta su expresión madura en imágenes de jardines privados, públicos y productivos, así como su influencia en los rebrotes y las nuevas flores de mano de artistas como Van Gogh, Bonnard, Klimt y Sorolla».

 

 

 

Madrid. Jardines impresionistas. Museo Thyssen‐Bornemisza y Fundación Caja Madrid: 

Del 16 de noviembre de 2010 al 13 de febrero de 2011.

Esta exposición, aunque no todas sus obras (15 no han venido a Madrid y se han agregado otras 50), se pudo contemplar en la National Gallery of Scotland del 31 de julio al 17 de octubre pasados.

Comisarios: Michael Clarke, director de la National Gallery of Scotland; Guillermo Solana, director del Museo Thyssen‐Bornemisza, y Clare Willsdon, profesora de Historia del Arte de la Universidad de Glasgow.

Comisaria técnica: Paula Luengo, Área de Conservación Museo Thyssen‐Bornemisza.