Desde pequeño se interesó por el dibujo y en 1916 entró en la Academia Real de Bellas Artes de Bruselas, que frecuentó hasta 1918. En 1922 se casó con Georgette Bergery y para mantener a la familia trabaja como diseñador en una fábrica de murales.
Es entonces, en 1922, cuando por casualidad se topa con la reproducción de La canción de amor de De Chirico, quién influirá notablemente en el desarrollo de su arte. En 1927 viajó a París, lo que supondrá un punto de inflexión en su carrera, al encontrarse sumergido de lleno en el movimiento surrealista. Durante los tres años siguientes se sumerge en las actividades del grupo surrealista (sobre todo, se relaciona con Éluard, Breton, Arp, Miró y Dalí), aportando al Surrealismo parisino un resurgimiento del ilusionismo.
La revolución del objeto
Durante su estancia en la capital gala, Magritte se convierte en conocedor de la teoría surrealista, movimiento que tendrá un gran impacto en él. Se interesa por sus ideas, pero pronto se diferenciará del grupo francés. Mientras éste último se caracterizaba por sus numerosas provocaciones públicas, escándalos sexuales, drogas, intensa política, y crisis religiosas, Magritte, que no se siente identificado en absoluto con ese ambiente, regresa en 1930 a Bélgica para vivir una vida tranquila, discreta, incluso insulsa, más no infecunda.
No obstante, gracias a los surrealistas se interesará por la total revolución del objeto. Mediante la alienación de éste de su contexto habitual, éstos minaban el valor de nuestras convenciones. Al desasociar el objeto de su propósito, éste queda alterado y se torna desconocido, característica que Magritte absorbe y que perdura a lo largo de toda su producción.
Aunque no comparte las ideas de automatismo o el uso de estupefacientes como alicientes creativos, considerándolos métodos superficiales, sí que admite que él pinta por revelaciones, que posteriormente desarrolla y altera, por ejemplo habiendo visto a su mujer comer un pajarito de chocolate, inmediatamente después produce la imagen de una joven mujer comiéndose un ave de verdad, con la sangre resbalando por sus manos, obra que titula Plácer. En los años que pasó en París, realizó varios cuadros de temática macabra y conceptos oscuros.
Un estilo propio y neutral
El estilo de Magritte es de una extraordinaria precisión, tras la cual se esconde una técnica escrupulosamente académica. Él mismo se consideraba un hombre que pensaba, y como tal comunicaba sus pensamientos a través de la pintura, como otros hacían a través de la música o las palabras.
Llenos de una ironía impredecible, sus lienzos siempre incluyen objetos cotidianos, en contextos indeterminados, cuestionando su significado. Juega con la irracionalidad, ansiando perturbar cualquier visión dogmática de la realidad. Cada unos de sus lienzos es una reflexión poética de nuestro mundo, sometiendo nuestras certezas a juicio. La bipolaridad conceptual, la animación de lo inanimado, la sorpresa, la paradoja, la provocación, el misterio, la contradicción, la desorientación, son recursos habituales en sus pinturas.
Magritt muere en Bruselas el 15 de agosto de 1967, pocos días después de la inauguración de una importante muestra de su obra en el Museo Boymans Van Beuningen de Róterdam.
Magritte en Milán
Coincidiendo con el 110 aniversario de su nacimiento, hoy 21 de noviembre se inaugura en el Palazzo Reale de Milán “Magritte-El Misterio de la Naturaleza”, una exposición que cuenta con mas de 100 pinturas, collages e incluso esculturas que tratan de exponer la relación que mantiene el artista surrealista con la naturaleza. Proveniente del Museo de Bellas Artes de Bruselas, la muestra ha sido comisariada por Michel Draguet y permanecerá en Milán hasta el 29 de marzo.
Milán (Italia). Magritte-El Misterio de la Naturaleza. Palazzo Reale de Milán.
Hasta el 29 de marzo.
Comisarios: Michel Draguet.