La muestra, que consta de 53 grabados que Picasso pintó entre 1904 y 1971, recorre las diversas concepciones de su idea de belleza y, además, las diversas técnicas y etapas de la producción gráfica. La belleza múltiple está articulada en 10 secciones, cada una de ellas formada, dependiendo de los casos, por cuatro o cinco obras:
1. El ideal clásico. Formado en el academicismo de raíces clásicas de finales del siglo XIX, Picasso encontró en el mundo grecolatino un repertorio de imágenes que servirían de armazón a partir del cual derivar sus propuestas plásticas. De esta manera, es el clasicismo, rico en desnudos y en propuestas vitalistas, en líneas sinuosas y en el respeto a las proporciones, el ideal de belleza que tendrá una mayor perdurabilidad en su obra.
2. El resurgimiento clásico. Al igual que sucedió con la recuperación de las formas y modelos de la antigüedad clásica en el Renacimiento, el malagueño también las sometería a revisión desde este nuevo punto de vista. Así sucede con los retratos de mujeres de perfil que apuntan incluso la influencia del Manierismo italiano y, desde una perspectiva más atenta a los detalles, la anécdota y los elementos decorativos, con su serie de La partida del caballero que remite a los desfiles triunfales de los murales italianos.
3. El espejo ajeno. Fue en la segunda mitad de su vida cuando se vio capaz de reinterpretar a los artistas del pasado que más estimulaban su curiosidad. Desde el Renacimiento hasta el siglo XIX, fueron diversos autores los que supusieron para él un reto estético. Entre todos ellos, en su obra gráfica fue Lucas Cranach el referente preferido por su equilibrio entre erotismo y riqueza visual.
4. Barroco: horror vacui. El interés por el equilibrio del clasicismo fue sustituido por el dinamismo turbulento del Barroco, por su propensión a llenar las escenas de elementos que ocuparan toda el espacio. También en Picasso se dio esa tendencia, que se iría afirmando de forma muy especial en la última década de su vida. Ejemplos de esta tendencia, con figuras que flotan en posturas forzadas, con el abigarramiento de personajes, son las ilustraciones para su libro Le cocu magnifique (1968).
5. La belleza burguesa. En un regreso a sus orígenes, a la sociedad de la que surgió, el artista, hijo de un pintor de escaso éxito pero de muy cuidado aspecto, reaparece en la década de 1950 con una galería de figuras que recoge los atuendos y poses de la burguesía decimonónica. En esta labor de evocación se incluyen diversas litografías en las que retrata imaginadas familias, así como a León Tolstói, que realizó en 1956 para ilustrar Guerra y paz y que constituye un encubierto y elocuente homenaje a la figura paterna.
6. Melancolías. La Fundación Picasso es depositaria de la Suite de los saltimbanquis, conjunto de grabados realizados por Picasso en el período 1904-1906, en el tránsito entre sus etapas azul y rosa. Estas imágenes, de raigambre simbolista, rinden culto a un ideal de belleza que es eco del “mal del siglo”, la melancolía considerada como un atributo de la belleza. Se incluyen en esta sección cuatro de los 15 grabados que constituyen esta cumbre de la obra gráfica picassiana. Adquirida por la Fundación Málaga y depositada en la Fundación Pablo Ruiz Picasso, esta colección, que se conserva completa en escasas instituciones y museos, combina, con una altísima calidad técnica, los temas y figuras de ambas épocas. Así, se demuestra que desde sus inicios como grabador el artista malagueño era un indiscutible maestro.
En la exposición se incluye un grabado de la suite, El almuerzo frugal, que constituye una de las mejores obras de la época azul, una imagen mundialmente conocida y codiciada por los mejores museos internacionales, algunos de los cuales incluyen estas piezas en su colección permanente. Con una poética de la pobreza y una óptica compasiva, es una imagen de universal fama.
7. La belleza convulsa. En 1934, André Breton, creador e ideólogo supremo del Surrealismo, titulaba un artículo con la categórica afirmación de que “La belleza será convulsa o no será”, con lo que introducía el término preciso para dictaminar lo que era belleza para los surrealistas. Picasso, reconocido por los seguidores de Breton como el principal pionero de la nueva estética, cultivó profusamente la convulsión, la distorsión, como elementos principales de su obra surrealista. Esta sección recoge elocuentes ejemplos del convulso surrealismo picassiano.
8. La belleza mixta. Artista inquieto e inconforme, el malagueño no se ciñó de forma perenne a ninguna formulación estética. Así, no es inusual encontrar en él, como se muestra en esta sección, escenas en las que une formulaciones clásicas con otras surreales, en una combinación en las que la calma figurativa y tradicional se armoniza con las tensiones de las formas en distorsión, proponiendo una síntesis muy personal de tradición y vanguardia.
9. Belleza y verdad. El poeta romántico inglés John Keats, condensado discusiones de siglos acerca de la belleza, formuló taxativo su propia conclusión: “La belleza es verdad, la verdad es belleza: eso es cuanto sabemos –y debemos saber– sobre la tierra”. Esta afirmación se hace especialmente visible en Picasso en las escenas de familia, en las que retrata, con intensidad y veracidad, a sus hijos y compañeras. Estas imágenes intimistas son las que protagonizan esta sección.
10. La belleza inmóvil. Menos conocida es la representación de temas inmóviles en la obra de Picasso, que por sus características ofrecen más posibilidades de un tratamiento geométrico, heredero del cubismo, que se plasma en visiones de paisajes, bodegones y naturalezas muertas.
Picasso. La belleza múltiple. Fundación Picasso-Museo Casa Natal.
Del 14 de marzo al 12 de junio de 2011.
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