La primera etapa de la restauración borbónica es conocida en Cataluña como el periodo de la «fiebre del oro» (1876-1886). La estabilidad política y la idea internacional de progreso se materializaron en una expansión económica que situó a la burguesía en el epicentro de la sociedad. A la creciente producción industrial y vinícola se sumaban las posibilidades de mercado que ofrecían la nueva red ferroviaria y la venta de solares edificables. La celebración de la Exposición Universal de Barcelona en 1888 modernizó la ciudad y estimuló un ambiente cosmopolita.
Deseo latente de ostentación
La acumulación de dinero y la necesidad de ganarse un espacio en la antigua sociedad estamental propiciaron en la burguesía el consumismo de objetos de lujo, con un deseo latente de ostentación, y la creación de nuevos conceptos de ocio más acordes con su realidad. Aparte de los sectores de la indumentaria y la decoración de interiores, donde se crearon las primeras firmas con voluntad de marca siguiendo el modelo de París, otro de los sectores económicos que se beneficiaron de ello fue el arte.
La exigencia de consumo cultural, emulando quizá a la aristocracia, impulsó el mercado artístico con la apertura de galerías privadas y la celebración de exposiciones de bellas artes en las principales ciudades catalanas. En la novela de Narcís Oller se mencionan algunos pintores contemporáneos, como Modest Urgell, los Masriera y Miralles, cuando la familia Foix necesita decorar su nuevo hogar. El tema, el formato pequeño y el preciosismo de las obras expuestas son sinónimos del gusto de la burguesía del momento y del estilo de los interiores de sus casas.
Las obras seleccionadas para esta muestra comprenden una veintena de artistas situados entre el realismo, el novecentismo y el modernismo –Masriera, Casas, Miralles, Ribera, Mestres y Cusachs, entre muchos otros– y proceden tanto de colecciones privadas como de algunos de los grandes museos españoles, como el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el Museo del Prado, el Museo de Bellas Artes de Álava o el de Santander, entre otros. Están representados los maestros del realismo Antoni Caba y Venanci Vallmitjana; pintores de género como los hermanos Francesc y Josep Masriera, Manuel Cusí y Francesc Miralles, y artistas como Ramon Casas y Eusebi Arnau, que abrieron la puerta a una nueva sensibilidad.
Subida y caída
La fiebre del oro. Escenas de la nueva burguesía incluye más de 70 piezas y está dividida en dos grandes ámbitos que siguen el hilo argumental de la novela de Oller. En «La subida», el visitante podrá recorrer las costumbres de la nueva clase social, que se hacía pintar por los artistas más destacados de la época como una manera de confirmar su éxito social. Las obras incluidas en el segundo ámbito, «La caída», ilustran –siguiendo las tesis moralistas que Oller plantea en la novela– las contradicciones en las que caen los miembros de esta nueva burguesía a raíz de este fuerte enriquecimiento.
La exposición incluye también objetos de la época y documentos que permiten reconstruir el contexto histórico y la gestación de la novela de Oller: el reloj de la casa Garnier de los andenes, acciones de la Compañía General de Tabacos de Filipinas o del Banco de Barcelona, un borrador del argumento original de la novela, un cartel de la Exposición Universal de Barcelona de 1888 o un anuncio de champán francés.
Crítica contra los excesos Con el nombre de la «fiebre del oro» se conoce un período de la historia de Cataluña marcado por las inmensas ganancias económicas que desencadenó la llegada de la plaga de la filoxera a Francia y el aumento de las exportaciones de los vinos catalanes, hecho que tuvo como consecuencia perdurable la aparición de una nueva clase social, la burguesía industrial, que entre 1871 y 1885 vivió unos años dorados. La fiebre del oro es también el título de una novela de Narcís Oller, publicada en tres entregas entre 1890 y 1892, que destaca por su carácter documental, por la vocación realista y porque se trata de uno de los primeros textos literarios que describen una burbuja especulativa y sus consecuencias en la vida de una ciudad. Oller fue el gran cronista de la vida catalana de aquellos años. Su literatura permite revivir los días más brillantes de la clase dirigente y, al mismo tiempo, tiene un carácter crítico contra los excesos del dinero ganado sin esfuerzo. El arte catalán de esta época, ya sea el denominado realista, modernista o novecentista, estuvo unido por un hilo general: la burguesía. A partir de obras de autores como Ribera, Masriera, Miralles, Casas, Mestres y Cusachs, y siguiendo el hilo argumental de la novela de Oller, la muestra pone de manifiesto el gusto de esta clase social por el arte, así como las nuevas costumbres que esta incipiente oferta cultural generó. Las obras expuestas resultan un compendio de su gusto, del arte que más les complacía, y un excelente documento histórico para conocer las escenas que protagonizaron, sus espacios y sus costumbres. Así pues, con el pretexto de la novela, la exposición muestra cómo un sector de la población (la burguesía) se enriqueció y cómo, por primera vez, tuvo tiempo y dinero para destinarlos a «hacer cultura» y «moverse en sociedad». Este contexto creó una demanda de pintura que, ligada a un canon de exquisitez evidente, se ejecutó de un modo indiscutiblemente virtuoso y se convirtió en un claro reflejo de la realidad histórica. |
Tarragona. La fiebre del oro. Escenas de la nueva burguesía. CaixaForum Tarragona [1].
Del 15 de septiembre al 20 de noviembre de 2011.
Comisario: Miquel-Àngel Codes Luna.